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jueves, 3 de noviembre de 2016

La Crónica: Dios está en la ciudad


Jesús Pérez. Dios está en la ciudad. Qué palabras tan grandes que al leerlas o pronunciarlas se difunden en el inicio de un sueño idílico que hace que se acelere el corazón. Como el mismo corazón de Sevilla donde todas las arterias llevan al motor de la fe de la ciudad: la imagen de Jesús del Gran Poder.

La campana de San Lorenzo anunciaba las siete de la tarde. Bajo el reloj de esta plaza, una muchedumbre se arremolinaba ansiosa, como los vencejos que desplegaban sus alas para cortar el aire único e irrepetible que inunda a Hispalis en los días grandes. Algo hermoso iba a ocurrir. Y todas las miradas predecían que el hito vendría desde la Basílica de Jesús del Gran Poder. Así fue, hasta que inmersos en una prematura primavera de noviembre se repitió el rito. Dios está en la ciudad o la ciudad está en Dios. Mientras, su zancada breve y eterna traza una catequesis perfecta que empapa la ciudad de plegarias y oraciones.

Las calles que arropaban el paso del Señor se estrechaban para intentar abrazar a Jesús, como Jesús caminaba abrazando dulcemente una cruz astillada por los pecados de los devotos que lo estaban viendo.  Conde de Barajas, Jesús del Gran Poder, Santa Bárbara, Delgado, Amor de Dios…; una selección de calles salpicadas por miradas sorprendidas y llantos de emoción que formaba la fachada del sentimiento personificado.

De esta manera, Jesús del Gran Poder llegó a las amplias vías de su recorrido: Plaza del Salvador y Plaza de San Francisco. El centro de Sevilla se convirtió en un vergel, un lazo de amor que une a Dios y al pueblo inundado por las palabras sordas de oración de los devotos del Viernes del Señor. Así siguió caminado hacia su destino dulce, contestando como ha hecho siempre en Sevilla con su mirada perdida y el sonido del racheo de sus costaleros.

Ahora descansa en su Catedral entre las amantes miradas de quienes tienen la suerte de hablarle bajito a milímetros de distancia, habiendo sanado con su inconfundible caminar, con su divina rotundidad, con su incalculable e inabarcable majestad los miles de corazones que acudieron para ser testigos de otro momento para la historia, junto al mismísimo Dios.

Fotos Hermandad Gran Poder









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