Todavía están en mi mente los cánticos que unas adorables Hermanas de la Cruz, en su convento, lanzaban al viento y recaían como flores de primavera a los pies del Señor de Sevilla. La marea humana que pese a la amenaza de lluvia o frío se movía por las calles al compás del silencio roto por el crujir de las trabajaderas, o por la música de la Sinfónica de la capital o la Banda de Música de la Cruz Roja puso puntualmente en estratégicos puntos de la ciudad de la Giralda.
Las cosas bien hechas bien parecen, y la fe y la Misericordia de San Lorenzo dio lección de ello el pasado fin de semana, cuando se habló de los 200.000 visitantes recibidos desde gran parte de España y, me consta, de algunos puntos del extranjero. Lección de fe a esos que se dan golpes de pecho cuando se habla de Semana Santa y parece que es hablar del pasado más rancio de un país que evoluciona aunque muchos no quieran.
Esos intentos vacíos de sentido de desligitimar algo que nace del pueblo y para el pueblo, que intentan sembrar el odio entre ese pueblo que seguía los pasos del Señor, como si escucharan la voz del padre que les llama.
Una lección dada por una Hermandad que sabe que no ha de abusarse de extraordinarias, que las justas y necesarias valen para movilizar la fe de Sevilla y España.
Espero, que lo vivido en Sevilla se contagie, que la Misericordia del Padre, llamado en Sevilla Gran Poder, no acompleje al resto del país porque cuatro charlatanes quieran alimentar el odio contra lo nacido de la humildad de un pueblo que, aunque llamen ignorante por tener fe, a la hora de unas elecciones le llaman a voces para votarle.
Adrián Martín
Foto Antonio Rendón