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viernes, 18 de noviembre de 2016

Refugio entre los truenos, Reina de los Mártires


Guillermo Rodríguez. Arrancaron las rosas del rosal de los pensamientos olvidados. Quemaron el retablo de las oraciones escondidas alimentando el odio por los rincones. Se marchitó el vergel de los sueños de libertad por el rencor de unos pocos convertido en la sangre de muchos... y ahora os niegan, repudiando el recuerdo, martirizando de nuevo vuestra causa, pretendiendo apagar la llama que encendisteis, desconociendo la eternidad de vuestro legado y el poder infinito de los corazones más puros...

Por eso, Madre Mía, cuando atraviesas el cancel de San Hipólito cada Madrugada y tus ojos se cruzan con los míos, mientras mis pulmones se impregnan de la ofrenda sublime trasmutada en incienso que embriaga tu Divina Majestad, comprendo que nada es en vano, y que su recuerdo estará siempre presente en la fe del pueblo que jamás arrincona a quienes su existencia entregaron por la libertad, en nombre del Dios Verdadero del Amor y la Vida... porque cada gota del agua bendita de tu maravilloso venero se convierte en inabarcable río de fe, que mueve el molino de mis sentimientos... y me hace quererte, y querer a tu Hijo cada vez con mas fuerza.

Bendita seas Reina de los que dieron la vida por Él... y Bendita la herencia que nos dieron...


Se convirtió la noche en madrugada
para bañar de plata tus mejillas
y consolar el brillo en tu mirada
con el amor de la gente sencilla,
la que te busca en medio de la nada
y encuentra siempre el Cielo en tus orillas.


En el océano de tus pupilas
claman las almas de los que te imploran,
los que por Cristo entregaron su vida
siempre tendrán un hueco en la memoria,
por más que quieran que viva escondida
la parte repudiada de la historia.


La Gloria misma entre doce varales
que se derrama por la Judería.
Bendita seas Madre entre las madres,
Lumbre de Fe entre la candelería,
Sol de los cuatro puntos cardinales,
revelación de Pureza infinita.


El purgatorio cada primavera,
con la cadencia de tus bambalinas,
que hiere el alma y el silencio quiebra
y aventa el fuego de mi fantasía
de una oración de fusas y corcheas
glorificando tu divina orilla.


Y los Mártires del Cielo
te nombraron Soberana
y Refugio entre los truenos
que se clavan como espadas
en las almas sin consuelo.

Fotos Antonio Poyato










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