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miércoles, 14 de diciembre de 2016

De trama simple: El desafío del capataz


Antaño los capataces ejercían de educadores, muchos de ellos, hasta de padres de escuetas cuadrillas de imberbes. Educar, enseñar y coordinar, eran las herramientas que manejaban con verdadera maestría. Chicos de toda clase social, se acercaban llamados por la curiosidad, por la amistad, por el mero hecho de pertenecer a un grupo. Ellos, modelaban, enseñaban, cuidaban, evangelizaban, obteniendo unos resultados a veces impensables de unos chicos que hacían de su obediencia y respeto el mayor de los valores. Algunos de aquellos costaleros, tuvieron la suerte y el honor de vestir con chaqueta pasados los años y muchos entendimos “lo que pesa el paso desde fuera” y la dificultad que entraña ser los ojos y la voz de aquellos que son los pies de Jesús y su bendita madre.

Todo aquel que tiene la honra de ponerse al frente de una cuadrilla, merece un inmenso respeto, pues ser capataz no consiste en golpear el llamador y vociferar proclamas estándar, es algo más complicado. Es un oficio callado, que se realiza en un día concreto pero que se planifica durante todo un año. Los capataces, han sido designados para velar por el más preciado patrimonio de una hermandad, deben cuidar las imágenes, no sólo su valor artístico, también el devocional. Son responsables de ese sello inmaterial que cada hermandad cuida con esmero, sea de bulla, seria o de silencio. Debe velar por el patrimonio humano, por esos que tienen el privilegio de ser los pies de sus benditos titulares, por tanto, su responsabilidad es muy grande. 

El oficio de capataz ha evolucionado a la par que el oficio del costal, ya que ambos no se pueden disociar. Hoy, tenemos la suerte de la abundancia, costaleros que saben del oficio y que vienen a formar parte de una determinada cuadrilla siendo selectivos en su elección. Para muchos, la devoción hacia la imagen es fundamental, pero también son otros los aspectos que los mueven, entre ellos, las formas del que los dirige. Hoy el capataz, al igual que antaño, tiene que gestionar y fusionar a un grupo de hombres o mujeres para su precisa función, seleccionarlos, designarles los puestos precisos en función de sus características, capacidades y necesidades, repartir el trabajo siendo justo con el compromiso, la técnica y el hacer de aquellos que prestan su esfuerzo a esta bonita actividad, pero el respeto y la obediencia de antaño hacia “los de negro” se manejan de otras formas. 

La crítica vacía, el exhibicionismo y la presión desvirtúan el trabajo del colectivo. Hoy la exigencia a la cuadrilla debe ser muy medida por el que guía, pues de no ser así, las voces críticas no se hacen esperar. Igualas perfectas, chicotas justas, marchas exactas son premisas que hacen que esta labor sea cada vez más exigente, aun así, todos aquellos que tenemos la fortuna de poder ser participes de esta bendita locura los asumimos con orgullo. En estas fechas en que los preparativos apremian, las igualas se suceden e incluso se realizan algunos ensayos, les deseo la mayor de las Suertes a todos y que nuestros titulares y nuestra Fe, nos den la clarividencia y la maestría oportuna en este nuevo año que se acerca.

Manuel Orozco


Foto Álvaro Córdoba




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