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sábado, 24 de diciembre de 2016

El Belén Navideño. Las escenas y su significado


Aunque ya se aprecian representaciones de La Virgen María con el niño en brazos en las catacumbas, fue san Francisco de Asís en el año 1223 quien tuvo la iniciativa de representar la escena del nacimiento de Jesús utilizando personas y animales de verdad; esto le ayudaba a considerar la realidad del misterio del nacimiento de Nuestro Señor. La idea se hizo costumbre en la Iglesia y hoy día, en nuestros hogares, en nuestras parroquias y en tantos lugares del mundo celebramos la Navidad montando nuestro Belén.

Belén (Bet-lehem) significa “la casa del pan”. En esta pequeña localidad de Palestina nació Jesucristo, el Hijo de Dios, el Pan de Vida, nuestro Redentor, el Mesías prometido por Dios desde tiempos remotos. Una profecía de Miqueas lo anunciaba con claridad: “Y tú Belén de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, pues de ti saldrá un jefe que apacentará a mi pueblo Israel” (Miq 5,1)

Belén era el pueblo donde había nacido el rey David y estaba ubicado en el territorio de Judá; ambas circunstancias son importantes a saber: El patriarca Jacob, antes de morir, había delegado en su hijo Judá para que ejerciese la autoridad sobre el resto de los once hermanos, pues aunque Judá no era el mayor, había demostrado gran bondad con su padre y mayor celo y renuncia personal a favor de sus hermanos –recuérdese la historia de José- . Jacob encomendó a Judá y a sus descendientes esta misión de tutela “Hasta que venga Aquel a quien Dios ha destinado, a quien darán obediencia todos los pueblos” (Gen 49,10), en una clara referencia al Mesías que había de venir revestido de la autoridad de Dios. Ya tenemos, pues, que el Mesías nacería de la tribu de Judá.

Y en Belén de Judá vivía David cuando fue elegido por Dios y ungido por el profeta Samuel para reinar sobre todo Israel. Yahvé (Dios) le prometió continuar su reinado a través de Salomón, su hijo, y de su linaje: “Reinado que ya será para siempre, tu trono que durara para toda la eternidad” (2 Rey 7, 12-17) Pues de su descendencia nacería el Mesías (Jesucristo) cuyo reino será, y ya es, eterno según esta profecía; por eso a Jesús se le llama también “Hijo de David”. Cinco siglos mas tarde el profeta Isaías lo recordaría con estas palabras: “Y brotará un retoño del tronco de Jesé – el padre de David- sobre el que reposará el Espíritu de Yahvé” (Is 11, 1-2) Es el Espíritu Santo en toda su plenitud sobre Jesús, el Mesías prometido.

Entre Jacob y David pasarían casi mil años, y entre David y Jesucristo otros mil años.

Pero volvamos al tiempo del nacimiento del Niño Dios: San José y la Virgen Maria se sabían ambos descendientes de David, aunque el anuncio del ángel Gabriel a Maria fue una sorpresa inesperada para ella, entre otras cosas porque había decidido ofrecer su virginidad a Dios y no figuraba en sus planes tener hijos, habiendo renunciado así a la posibilidad de ser la madre del Mesías.

El Misterio

Vemos al Niño Jesús que ha nacido, recostado en un pesebre -un recipiente donde se pone de comer a los animales-, que le sirve de cuna improvisada. Está envuelto en pañales porque hace mucho frio, aunque la ternura popular lo representa poco abrigadito. A su lado está su Madre la Virgen Maria y San José: La Sagrada Familia. Este es el motivo central del Belén, cuya representación nos mueve a la contemplación del gran misterio de la Encarnación del Hijo de Dios.

Los Reyes Magos

No fueron reyes en sentido estricto sino mas bien “magos” o “sabios” orientales versados en la ciencia de la astrología, que era una ciencia adivinatoria basada en el principio de que la vida de los hombres se desarrolla bajo la influencia de los astros. Dios se sirvió de esta circunstancia y movió el espíritu de estos buenos hombres para anunciarles, mediante una estrella singular, el acontecimiento más importante de la historia: La venida del Hijo de Dios al mundo.

Ellos, siguiendo la inspiración de Dios, y guiados por la estrella, arribaron a Jerusalén, donde reinaba Herodes. Preguntaron con sencillez acerca de dónde, según las escrituras, había de nacer el Mesías. “En Belén de Judá” le respondieron los expertos consultados por Herodes que conocían la profecía de Miqueas.

Se marcharon satisfechos y se alegraron al ver de nuevo la estrella que los condujo hasta Belén. Encontraron al Niño Dios y le ofrecieron oro, por ser rey; incienso, por ser Dios; y mirra, por ser hombre.

El Castillo de Herodes

Herodes vivía en su palacio, en la parte alta de Jerusalén. No era judío pero logró, mediante acuerdos con la autoridad romana, ser nombrado rey de los judíos. Recibió el sobrenombre de “El Grande” porque realizó imponentes edificaciones, entre las que destacaba la reconstrucción del templo de Jerusalén que había sido destruido por el general romano Pompeyo en el año 63 antes de Cristo. Nunca tuvo el templo tanto esplendor como el que le dio Herodes el Grande: Era dos veces más alto que el de Salomón, y algunas de sus partes rematadas con oro deslumbraban con la luz del sol. Es el templo que conoció Jesús; aunque años mas tarde, en el 70 de nuestra era, sería de nuevo destruido por el ejército romano.

Herodes era vengativo y, al enterarse por los Magos del posible nacimiento del Mesías, desencadenó una matanza de niños pequeños para que nadie pudiera amenazar su trono a él o a sus sucesores. Este episodio se conoce como la Matanza de los Inocentes, que también se representa en el Belén; y aunque se vean romanos asesinando a los niños, las órdenes no vinieron de Roma sino de Herodes.

Los romanos

Como Palestina estaba dominada por el Imperio Romano, había por aquel tiempo una convivencia pacífica entre judíos y romanos, de hecho, muchos judíos procuraban adquirir la ciudadanía romana por conveniencia.

El cesar Augusto había proclamado un edicto mediante el cual se haría un censo de todo el imperio. Cada uno tenía que empadronarse en la ciudad a la que pertenecía. José y María, su esposa, que estaba en avanzado estado de gestación, tuvieron que ir a Belén, pues eran de la “casa de David” y en aquellos días nació Jesús. Dios se valió de esta circunstancia para que el Mesías naciera en Belén y se cumplieran las profecías.

La posada: San José buscó un lugar adecuado para María en el que pudiera estar bien atendida pero no había sitio para ellos en la posada y tuvieron que alojarse en un establo.

La mula y el buey

En un establo en el que había animales nace Jesús, a continuación es colocado por su madre en un pesebre; en estas condiciones de extrema pobreza ocurrió todo, ¡Y es el Hijo de Dios! De momento pasa desapercibido en la tierra pero todo el cielo lo sabe, incluso los animales parecen adivinarlo: “Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo” Son palabras del profeta Isaías (Is. 1,3)

Los pastores que pernoctaban al raso: Pero Dios quiso comunicar directamente la noticia del nacimiento de Jesús, aparte de a los Reyes Magos, a unos pastores que estaban velando al raso cerca de sus rebaños. Para ello les envió un Ángel que, en medio de la noche les dijo: “Os anuncio una gran alegría que será para todo el pueblo: Hoy os ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo Señor. Y esto os servirá de señal: hallareis un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre” Y de repente vino a unirse al Ángel una multitud del ejercito celestial que alababa a Dios diciendo: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”.

Entusiasmados, se encaminaron hacia Belén, donde encontraron al Niño como les había dicho el ángel.

Transmitieron la noticia por el lugar y muchas más personas vinieron a adorar al Niño Jesús. Los otros pastores y demás adoradores La Virgen María, llena de alegría, guardaba todo lo que estaba aconteciendo en su corazón.

La estrella

Seguramente era un astro natural que destacaba sobre los demás. Algunos piensan que pudo haber sido el cometa Halley. Es posible; pero lo importante es que fue el signo que puso Dios en el cielo para conducir a los Magos hacia Belén.

Otras escenas

Hay escenas en algunos belenes que, no habiendo sucedido en aquellos días, se representan también dentro de los mismos. Es el caso de La Anunciación del ángel Gabriel a la Virgen, la Visitación de Maria a su prima HuidaaEgiptosanta Isabel, la Jornada de viaje de san José con la Virgen desde Nazaret hasta Belén, la Huida a Egipto de san José con la Virgen y el Niño, etc.

En fin, el belén constituye una recreación plástica y artística llena de matices, de los acontecimientos sucedidos en torno al nacimiento del Hijo de Dios. Se ha convertido en piadosa costumbre popular que nos habla de la bondad de Dios con el género humano, de la paz entre los hombres y entre los pueblos, de unión entre las familias; y ayuda al creyente a profundizar en la alegría de la salvación de la humanidad realizada por Jesucristo. Dios hecho hombre.

Eduardo Arquer




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