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martes, 27 de diciembre de 2016

El primitivo palio de La Estrella


Esther Mª Ojeda. La hispalense Hermandad de la Estrella ha pasado a formar parte de la memoria cofrade colectiva gracias a los históricos y dramáticos sucesos acaecidos en 1932 con los que la corporación se ganó el calificativo de “la Valiente”. Como muchos sabrán, la tensión y el ambiente de crispación política propia de la época motivaron que las cofradías sevillanas tomasen la determinación de no realizar su estación de penitencia en la jornada del Jueves Santo. Sin embargo, la Estrella marcó la diferencia poniendo a sus titulares en la calle en un día en que la población siguió celosamente el desfile procesional, arropando con este significativo gesto a la corporación que, no obstante, hubo de sufrir dos disparos afortunadamente fallidos.

Fue ésta la anécdota que hizo que el nombre de la dolorosa de Triana fuese aún más célebre de lo que ya era anteriormente y a la que se sumó la incertidumbre sobre su autoría, que tantas veces ha sido atribuida al insigne imaginero Juan Martínez Montañés y a “la Roldana” – materializándose en el presente en un debate que algunos consideran aún abierto –, manifestando en su ejecución un valor tan notable que la tradición oral se encargó de asegurar que la fama que precedía a María Santísima de la Estrella provocó que incluso hubo quien quisiera apropiarse de Ella tratando de robarla en alguna ocasión

En cambio, la fecha de su realización sí pudo saberse recientemente con relativa certeza gracias al proceso de restauración al que debió de someterse en 2009, el cual conllevó un estudio del que las historiadoras Eva Villanueva Romero y Carmen García Rosell concluyeron que la Santísima Virgen había sido tallada entre los años 1665 y 1709. Un estudio al que ayudó considerablemente la evidente ausencia de continuas intervenciones – a pesar de su antigüedad – que alterasen sus características originales.

Por otra parte y al igual que los debates que siempre han oscilado en torno a la titular de la cofradía, también han sido siempre muy comentados los famosos palios que han cobijado a la valiosa imagen, la cual se ha convertido en la única que posee dos de éstos: el de Garduño – realizado en 1995 en terciopelo azul, seda, hilo de oro y marfil – y el de Juan Manuel Rodríguez Ojeda, confeccionado por su hermana Josefa Rodríguez Ojeda y especialmente conocido por haber pertenecido anteriormente a la Hermandad de la Macarena, corporación a la que la cofradía de Triana volvió a ofrecérselo recientemente para la Madrugá de 2017 en caso de que, para esa fecha, la restauración del de la popular Virgen de la Esperanza no haya concluido.

Así y todo, la Estrella cuenta en su historia con un tercer palio bajo el que aparecía inmortalizada en una fotografía de finales del siglo XIX publicada en la cuenta de Twitter “Archivo Cofrade” (@Archivo_Cofrade). Se trataba de aquel con el que la Santísima Virgen procesionó hasta 1909 – año en el que adquirió el de la Macarena – posiblemente de color azul y caracterizado por las corbatas de las esquinas así como por la crestería y la ondulación de la parte inferior de la bambalina. La parte frontal lucía el que por aquel entonces era el escudo de la cofradía con la cruz triunfal bordeada por la representativa estrella. Se suma a este conjunto de rasgos el techo del palio, el cual parecía ser blanco y ornamentado una vez más con estrellas, dando lugar a una llamativa estética que podría apuntar a una mayor antigüedad de la estimada en ocasiones.

La saya con la que la Virgen de la Estrella se muestra en esa peculiar instantánea parece ser igualmente blanca, con diseños asimétricos típicos de finales del siglo XIX, en el que se realizó la fotografía, y principios del XX. No queda ahí todo, pues en la imagen se pueden apreciar toda una serie de detalles tan curiosos como los largos y finísimos cirios, un primitivo modelo de velas rizás, la ausencia de respiraderos o, volviendo a la estilismo de la titular, el manto – probablemente el celeste que estrenase en 1898 – con el que la Virgen cobraba un aspecto más voluminoso otorgándole un aspecto más propio de años posteriores.




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