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sábado, 10 de diciembre de 2016

El Resucitado en la década de los 70


Esther Mª Ojeda. En anteriores publicaciones de Gente de Paz ya nos habíamos remontado a los remotos orígenes de la cordobesa Hermandad del Resucitado cuya primitiva constitución data del siglo XVI, convirtiéndose con ello en una de las más antiguas de la ciudad. Ya en su pasado había gozado de gran popularidad con la procesión que la cofradía organizaba por las calles de su barrio, llegando incluso a contar con el acompañamiento de la banda municipal y la guardia municipal montada, siendo estos últimos los que solían encabezar la comitiva.

Sin embargo y como en el caso de cualquier otra, la célebre corporación de Santa Marina hubo también de sufrir períodos de decadencia hasta que, el 29 de mayo de 1931, el Marqués de Villaseca – a quien el número de 1970 de la revista Patio Cordobés describía como “cordobés y ferviente devoto de los titulares de esta hermandad” – dio el impulso definitivo a la cofradía del Resucitado, reagrupando para ello a una numerosa cantidad de cofrades previa aprobación de unos estatutos por parte del obispado de Córdoba. Gracias a aquella inestimable intervención y en ese mismo año, la cofradía pudo al fin realizar su estación de penitencia por primera vez sin contar con las clásicas parihuelas y traspasando las calles a las que la limitaba su barrio.

Tras ese proceso constitutivo, llegaría años más tarde – concretamente en 1944 – Antonio Hidalgo Carmona, convertido en hermano mayor de la corporación y abordando con su mandato la supresión de la anticuada ornamentación con la que la hermandad contaba en su desfile procesional, realizando además un nuevo paso para la Virgen de la Alegría – al que Patio Cordobés denominaba “trono” – y cambiando las túnicas de sus nazarenos, quienes adoptaban ahora los colores pontificios, es decir el amarillo y blanco, aunque más tarde serían también rechazados aunque por motivos ajenos a la voluntad de la hermandad.

Poco después se crearía la Agrupación de Hermandades y Cofradías a la que también se adhería la Hermandad del Resucitado dado su papel imprescindible dentro de la Semana Santa. Entonces y de conformidad con lo establecido por las normas de la Agrupación de Cofradías, todas las hermandades quedaban comprometidas para asistir con una representación a la estación de penitencia presidida por la corporación del Señor Resucitado.

Posteriormente se siguieron llevando a cabo distintos trabajos con los que la hermandad seguiría mejorando su estética. Fue reseñable los estrenos realizados en 1960 bajo la dirección de Francisco Cabrera Perales, pues se había ejecutado un magnífico nuevo paso para el Señor Resucitado y un nuevo manto bordado para la Santísima Virgen, realizados por Rafael Valverde y las Madres Adoratrices respectivamente. Poco después y quien en el momento de aquella publicación de 1970 era Hermano Mayor de la conocida como “hermandad de los piconeros”, Francisco Villegas García, acometía la labor de realizar la candelería de plata cincelada para la Virgen de la Alegría así como los báculos para los directivos de la cofradía.

Destacaba también en aquella edición de 1970 de Patio Cordobés la relevancia del Ejército Nacional, quien era Hermano Mayor Honorario debido al vínculo existente entre la Pascua de Navidad y la denominada Pascua Florida como símbolos del nacimiento y la resurrección de Cristo y el papel decisivo del ejército español por ser “la garantía y seguridad de la vida cristiana”. Haciendo gala de esa unión y compromiso mutuo, figuraba también como Hermano Mayor Honorario el General de División, Federico López del Pecho al igual que el desfile procesional de la Hermandad del Resucitado contaba cada año con la representación del Gobernador Militar de Córdoba. 

Aún por aquellos años, la hermandad del popular barrio de los toreros tenía a su antiguo titular, el Señor Resucitado de dimensiones considerablemente más reducidas que el actual de Miñarro. Aquella primitiva imagen, la cual sigue obrando en poder de la corporación a pesar de que constituya un misterio para una parte importante de la población, había sido realizada en el siglo XVII y, a pesar de que se la asocia con claridad a la escuela granadina y más concretamente al círculo de José de Mora, es de autor anónimo.

Como no, el mencionado artículo no podía dejar la oportunidad de mencionar al imaginero cordobés que tantas obras de arte dejó a su ciudad como el también artífice de la Virgen de la Alegría, a la que se aprecia sobre estas líneas con su aspecto original, modificado con las posteriores restauraciones.

Una publicación más tardía de esta misma revista, lanzada ya en 1974, volvía hacer un repaso por los primeros años de la cofradía que no comenzó haciendo su recorrido procesional en su jornada actual sino en la del Sábado de Gloria, en una época en la que, lejos de tener en su seno a la Virgen de la Alegría, veneraba a otra Virgen también de dimensiones más pequeñas. 

En esa ocasión, Patio Cordobés afirmaba que la erección de la hermandad a iniciativa del Marqués de Villaseca se produjo en la fecha del 27 de junio de 1927. Fue al fin en 1944 cuando la anterior titular se vería sustituida por la de Cerrillo, previo encargo al artista. Junto a la talla de la Virgen, la corporación decidía encomendarle también la hechura del paso sobre el que Ella habría de procesionar.

Como novedad en aquel número de 74, la revista predecesora del Alto Guadalquivir destacaba la novedad que se produciría ese año, pues en los últimos tiempos la salida de la hermandad de había llevado a término en la noche del Sábado Santo para comenzar a hacerlo al mediodía del Domingo de Resurrección. A este hecho histórico, había que sumar que los cofrades volviesen a lucir el color blanco en sus túnicas y capirotes con cíngulos azul celeste.





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