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viernes, 30 de diciembre de 2016

La desaparecida cofradía del Cristo de la Salud


Esther Mª Ojeda. Nacía en Córdoba, en el remoto siglo XVI, una corporación bajo el título de Cofradía de la Coronación de Nuestro Señor Jesucristo, también conocida como del Prendimiento o de la Encarnación, establecida en la iglesia del Convento de los Trinitarios – actual Parroquia de San Juan y Todos los Santos – sobre la que, aunque no se tiene constancia de la fecha exacta de su fundación, sí se tiene documentada con certeza una existencia que se extendía desde el año 1578 hasta 1630.

Por aquellos lejanos años, la antigua y extinguida hermandad – acerca de la que en ocasiones se ha especulado con su escasa fama en la ciudad de San Rafael – se veía obligada a subsistir gracias a las limosnas de los devotos y las aportaciones de sus propios miembros, sabiendo, asimismo, que tanto las cuotas de ingreso como las contribuciones anuales se traducían en los ingresos ordinarios si bien es verdad que, esporádicamente, estos se veían reforzados por la implantación de tributos extraordinarios.

Era el de las limosnas aportadas por los fieles, sin duda, un caso tan particular como curioso, pues estas eran recogidas por los demandantes durante la estación de penitencia realizada en la jornada del Jueves Santo así como por los hermanos de la cofradía en las denominadas “mesas petitorias” que eran instaladas por las calles el Domingo de Ramos y también el Jueves Santo. No obstante y como alternativa, la desaparecida Hermandad de la Encarnación colocaba igualmente en su sede un cepillo con el fin de que los devotos pudiesen depositar allí sus donativos.

Es cierto que no ha sido posible conservar los suficientes documentos que aporten la información necesaria acerca del número de hermanos que llegaron a integrar la Cofradía de la Coronación de Nuestro Señor Jesucristo, aunque por el contrario, sí ha sido posible saber la procedencia social de estos. Según parece, los miembros de la corporación residente en la Iglesia de la Trinidad pertenecían en su mayoría a la clase media, alcanzando por lo tanto una gran representación en el seno de la hermandad. Algunos de ellos eran mercaderes, artesanos y, en definitiva, personas que ejercían profesiones liberales.

La vida de la hermandad se establecía en gran medida en torno a las reuniones celebradas en el templo del Convento Trinitario, llevando a cabo diversos cabildos que tenían lugar a lo largo del año, siendo el del Domingo de Ramos uno de los más relevantes, puesto que el propósito de ese día se centraba en preparar y ultimar los detalles con vistas a la inminente salida procesional. Como no podía de ser de otro modo, otra de esas juntas estaba establecida en el propio Jueves Santo, momentos antes de realizar la correspondiente estación de penitencia.

Indudablemente, dicha estación de penitencia dista mucho de las que podemos ver a día de hoy recorriendo las calles cordobesas, ya que en aquel entonces, ese recorrido suponía el evento religioso de mayor importancia con respecto a los demás que pudieran celebrarse en cualquier otro momento. No obstante, la particularidad más reseñable sería el cortejo procesional que quedaba constituido por los clásicos hermanos de luz, portando cirios  y los de sangre, que como cabe suponer, se azotaban a lo largo del trayecto. Como curiosidad, es necesario destacar también el cometido de otros individuos, que participaban acompañando a los miembros de sangre de la cofradía imitando su proceder a cambio de una compensación económica.

Al igual que ocurre en cualquier otro caso, la Cofradía de la Coronación de Nuestro Señor Jesucristo, contaba con un patrimonio que se centraba principalmente en insignias realizadas en 1581, incluyendo un guión confeccionado con tafetán carmesí – luciendo el escudo de la cofradía, en el cual se representaba una corona de espinas, bordado en oro y seda – y un estandarte de damasco del mismo color.

Aunque la falta de documentos sobre la cifra de penitentes que participaban en la salida procesional limita considerablemente cualquier teoría, sí es posible realizar una serie de estimaciones basadas en las cuentas de 1623. Gracias a estas últimas, se ha podido averiguar que la estación de penitencia correspondiente al mencionado año contó con 22 hermanos de luz y otros 87 “personas pobres que se açotaron en la cofradía el dicho Jueves Santo”.

Siguiendo la tónica general de las restantes hermandades cordobesas, especialmente en el siglo XVII, la Hermandad de la Encarnación o de la Coronación de Nuestro Señor Jesucristo, se asentaba en el extendido estilo barroco. Así y en consonancia con la práctica de otras corporaciones la antigua cofradía de la Trinidad había decidido incorporar un palio de respeto en su cortejo procesional, elemento que sería estrenado el Jueves Santo de 1623 con el fin de aportar una mayor fastuosidad al desfile. Sobre aquella pretérita estación de penitencia se escribiría lo siguiente en las cuentas de la corporación: “[…] un palio con seis baras y una corona despinas bordada de oro y seda en la mitad del palio y dos escudos de la Santísima Trinidad a los lados bordados de la misma manera”.

Incuestionablemente, y aunque todo lo descrito anteriormente podrán despertar el interés de muchos, uno de los mayores misterios, capaz de alimentar la curiosidad de cualquiera, gira en torno a las imágenes con las que la hermandad se ponía en la calle el Jueves Santos en aquellos enigmáticos siglos. Las indagaciones parecieron concluir que la primitiva imagen titular de la cofradía había sido realizada en 1581 y daba lugar a un misterio compuesto por “unas figuras de madera pintadas e doradas que representan el prendimiento de Xpo.”.

No serían estas tallas las definitivas, puesto que años más tarde serían sustituidas por otras. El gran descubrimiento vendría de la mano de la restauración del Santo Cristo de la Salud, pues gracias a ella se encontró un documento que al fin aportaba datos tan importantes como la fecha de ejecución del admirable crucificado de la Trinidad así como la identidad de la persona que lo mandó realizar. El sorprendente texto hallado durante el proceso de rehabilitación de la imagen decía así: “Erigiçose este cristo en doçe de março de 1590 años siendo prioste diego lópez maldonado clérigo”. Con esto, quedaba al fin fijada, sin atisbo de dudas, la fecha de realización del Santo Cristo, poniéndose de manifiesto el nombre del clérigo, Diego López Maldonado, como la persona encargada de solicitar la hechura del crucificado, y que a su vez se presuponía en el cargo de prioste o hermano mayor de la citada hermandad.


No sería hasta los últimos años del siglo XVI o principios del XVII cuando se mandaría hacer la imagen del Ecce Homo que actualmente se puede encontrar en una de las hornacinas de la capilla del Cristo de la Salud, que tal como se puede apreciar en la estampa que precede a este párrafo, perteneció a la “Cofradía y Hermandad del Ecce Homo y Nuestra Señora de los Remedios, Madre de Todos los Santos”, que no llegó a afianzarse. Cabe la posibilidad de que la cofradía del Prendimiento incluyese la imagen de una dolorosa en su estación de penitencia a la que ya hiciese referencia en el pasado Ramírez de Arellano y cuya autoría fuese atribuida al célebre José de Mora.

La hermandad gozó de períodos de gran esplendor hasta el primer tercio del siglo XVII, ya que más tarde se sumiría en una profunda crisis que culminaría con su desaparición. Sin embargo, la devoción al hermoso crucificado no moriría con la extinción de la corporación. Por el contrario, la veneración que le profesaban sus fieles lo convirtieron en el centro de atención de todos los vecinos desde que se le fuesen atribuidos una serie de milagros que habrían acabado con ciertas epidemias. Desde ese momento y por esa misma razón, la imagen pasaría a estar bajo la advocación actual, convirtiéndose así en el Santo Cristo de la Salud.

Fotografía Alto Guadalquivir
Fotografía Hermandad de la Misericordia




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