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sábado, 3 de diciembre de 2016

La influencia de Fray Ricardo de Córdoba en la Virgen del Rosario


Esther Mª Ojeda. En el pasado año 2015, la Hermandad de la Expiración acometía la restauración del palio de Nuestra Señora del Rosario. Una tarea que recaía en las expertas manos Antonio Villar con las miras puestas en la Regina Mater celebrada posteriormente en el mes de junio. Sin embargo el resultado ya se había dejado ver en cierta medida anteriormente, concretamente en el mes de marzo, pues para entonces el bordador había concluido la primera fase de restauración de los bordados.

Aquella primera etapa del proceso se había centrado en la limpieza del techo de palio así como en la restauración y pasado de la bambalina frontal, a la que se le había incorporado un terciopelo nuevo y se le había rebajado el relieve de la ornamentación, encuadrándose con ello más aún en el prototipo del característico palio de cajón. Sin duda una primorosa labor a la que había que sumar la incorporación de un nuevo fleco de camaraña con el que se remataba la estética de la obra de arte bajo la que se mece la Virgen del Rosario.

No obstante, la primera fase de la restauración había ido todavía más allá teniendo en cuenta la limpieza – por parte del imaginero Sebastián Montes – a la que también habían sido sometidos los ángeles que un día fuesen realizados por Rafael Barbero. Todo ello constituían los primeros pasos hacia una renovación que en ese momento contaba con la supervisión de una comisión técnica entre la que cabía destacar la presencia del célebre Fray Ricardo de Córdoba, quien fuese el artífice del diseño del palio de la Santísima Virgen además del director de los bordados en los talleres de las Religiosas Filipenses del hispalense Convento de Santa Isabel.

Con ello, cabe remontarse al contexto en el que se desenvolvía la corporación de San Pablo poco antes de la llegada de la Virgen del Rosario. Corría el año de 1970 cuando la Expiración hacía gala de un importante estreno: el palio de estilo sevillano que había pasado a cobijar a la discreta Virgen del Silencio, una histórica instantánea que ya compartíamos en anteriores publicaciones de Gente de Paz.

Ese mismo modelo sevillano, impulsado por el posteriormente elegido hermano mayor, Rafael Zafra León, será en el que la hermandad del Viernes Santo se inspire a partir de ese momento para abordar cualquier proyecto desembocando en una dinámica revitalizadora para el resto del universo cofrade cordobés, que había pasado un tiempo sumergido en diversas crisis y estancamientos.

El entonces máximo responsable de la Hermandad de la Expiración fue quien en 1973 – tan solo un año después de haber pasado a ocupar el cargo – se plantease realizar el encargo de una nueva dolorosa. En este punto de la historia era en el que un joven Fray Ricardo entraba en escena para desempeñar un papel decisivo.

La Iglesia de San Pablo se convertía entonces en el escenario en el que Rafael Zafra tendría ocasión de conocer fortuitamente al popular capuchino, lo cual dio lugar a una conversación entre ambos que Zafra aprovecharía para abordar el tema del encargo de una nueva y deseada titular para la corporación. Esta idea fue muy bien acogida por el fraile, quien con gran ilusión le proponía para tal labor a un todavía desconocido sevillano: Luis Álvarez Duarte.

Con la designación del insigne imaginero, la Virgen del Rosario – claramente encuadrada en el estilo de la primera etapa de Álvarez Duarte –  llegaba a Córdoba como la primera imagen del artista para la ciudad califal, abriendo el paso para todas las que a partir de ese momento habrían de venir, también de la mano de un activo Fray Ricardo de Córdoba quien asimismo empezaba a ser una pieza fundamental en la reinvención y el fortalecimiento de nuestra Semana Santa.

Con esa primera y acertada intervención, Fray Ricardo se ganaba la confianza de la cofradía de San Pablo que más tarde se materializaría en el palio y el manto de su propio diseño con los que finalmente el fraile se consagraba en el marco cofrade cordobés.

De aquella época, el que fuera asesor, director artístico e intermediador en numerosas hermandades, reconocía en ocasiones anteriores guardar grato recuerdo, pues la Virgen del Rosario significó para él la oportunidad perfecta para llevar sus ideas a la práctica y el magnífico resultado no dejó indiferente a nadie, mereciendo críticas más que positivas y convirtiéndose en toda una referencia en el territorio andaluz.

Sin embargo, del palio original que en su día diseñase Fray Ricardo al que restauraba Villar pueden identificarse algunos cambios sustanciales apreciables en la fotografía que ilustra el presente artículo, publicada por Alto Guadalquivir en el año 1979. En ella puede observarse fácilmente la longitud original de la bambalina que entonces lucía unos bordados extendidos a lo largo del fleco. Actualmente, esos diseños han desaparecido de la bambalina, la cual también se recortó hasta permitir que el bordado que rodea el escudo de la hermandad se adentre en el espacio primitivamente reservado al fleco.

Con cambios y todo, Fray Ricardo se enorgullecía de la valiosa pieza a la que su destreza creativa había dado lugar, lamentándose de que la saya y los faldones no se llegasen a realizar para completar el conjunto pero consciente del reconocimiento que le acarreó hasta llegar a ser una de las figuras más influyentes en el renacimiento de la Semana Santa cordobesa.

Fotografía Alto Guadalquivir




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