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jueves, 5 de enero de 2017

La verdadera Cabalgata de los Reyes Magos de Oriente


David S. Pinto Sáez. Los que hayan tenido parientes emigrantes en Sudamérica, sabrán que en países como Venezuela, los regalos de Navidad son entregados por el mismo Niño Jesús en la noche de Nochebuena. Sin embargo, no hay muchas tradiciones más nuestras que recibir los regalos de los propios Reyes Magos de Oriente; aquellos  que viajaron guiados por la Estrella desde reinos lejanos hasta las mismas puertas del portal. Y así se representa en todos los nacimientos domésticos, muchos de los cuales hemos mostrado a través de este blog, donde junto a la Sagrada Familia aparecen los magníficos Reyes Magos, con sus camellos, elefantes y sus abnegados pajes.

Sin embargo, observamos con estupor que la cabalgata a través de la que Sus Majestades entran en Córdoba para ser recibidos por nuestros hijos, cada día presta menos atención a estas figuras bíblicas, dejando paso a figuras bicéfalas incluso tricéfalas, monstruos escupefuegos y en el mejor de los casos, a Bob Esponja o los personajes de Disney, que aunque hacen las delicias de los más pequeños, de eso no tenemos la menor duda, se alejan del verdadero sentido de la fiesta de la Epifanía del Señor, así como del Salmo 71: "Que se postren ante Él todos los reyes de la tierra y que todos los pueblos le sirvan".

Visto lo anterior, no nos podrá extrañar que muchos de nuestros hijos no sepan que la Cabalgata de Reyes Magos tiene un origen religioso y mucho menos, que la de Córdoba comenzó en 1925 en la Parroquia de San Francisco, concretamente de la mano de su párroco don Carlos Romero Berral, quien pensó en este acto  para obsequiar con juguetes y ropas a los niños de las Escuelas del Ave María (situados entonces en los Patios de San Francisco).

La cabalgata comenzó su recorrido a las 6 de la tarde del día de enero de 1925, lunes, desde la famosa Plaza del Potro, siguiendo la siguiente composición: Batidores a Caballo de la Guardia Municipal, banda de clarines del cuarto regimiento de Artillería pesada, un heraldo en cuya dalmática aparecían los escudos de Córdoba y España, conduciendo una farola que representaba la Estrella de Oriente, los niños de las escuelas del Ave María con ramas de monte simulando el bosque por donde atravesarían los Reyes, los tres Magos Melchor, Gaspar y Baltasar con lujosos trajes orientales, montados en briosos caballos que eran conducidos del diestro por esclavos vestidos de judíos y a los lados muchachos con análogos trajes portadores de grandes hachones.

Tres servidores de los Reyes, también disfrazados de judíos y a caballo, llevaban una carreta cubierta de monte y arrastrada por bueyes que conducía los juguetes y cerrando la comitiva, las bandas de tambores, cornetas y música de las escuelas del Ave María.

La mayoría de los trajes fueron confeccionados por la modista doña Luisa Sánchez Parra.

El recorrido seguido fue Plaza del Potro, Lucano y San Fernando hasta la trístemente desaparecida ermita de la Aurora, donde en su átrio se había levantado un artístico Portal de Belén rodeado de ángeles, figuras representadas por 6 niñas llamadas Clementina, Carmen y María Fernández, María Barroso, María y Amalia Vázquez.

Los Reyes, alcanzado aquel punto, se bajaron de sus caballos y se dirigieron al portal, arrodillándose ante el Divino Niño, rezando y besándoles los pies, para depositar posteriormente en las bandejas que les acercaron los ángeles, el incienso, el oro y la mirra.

Curiosamente, durante este acto se interpretó por parte de todas las bandas la Marcha Real, encendiéndose muchos hachones y bengalas que daba al cuadro un aspecto fantástico. Estos hachones y bengalas fueron encendidos al paso de la comitiva durante todo el recorrido de la cabalgata.

Tras este acto, los Reyes regresaron a sus cabalgaduras para continuar por las calles San Fernanco, Librería (Diario de Córdoba), Claudio Marcelo, María Cristina, Alfonso XIII, Salvador, Joaquín Costa (Capitulares), Librería, San Fernando, Maese Luis, Armas a las Escuelas del Ave María, para una vez descendidos de nuevo de los caballos, entrar en el salón de actos totalmente tomado por el público. Allí, tomaron asiento en sus tronos, cubiertos por un dosel rojo, comenzando con el reparto de juguetes y prendas, en el que recibieron cada uno de los 214 alumnos, sus dos regalos bajo la atenta y entusiasta mirada de los más pequeños de las Escuelas.

Con los Reyes Magos comienza la historia de una iglesia misionera; fueron testigos de una fe y guiados por esa estrella que alumbra más en los corazones que en el cielo. Esperamos no perder una de las más antiguas tradiciones no sólo de España, sino de nuestra propia fe.



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