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domingo, 17 de noviembre de 2013

Candelabro de cola: Padre, me acuso de... eso...

  El pasado fin de semana se conoció el nombre del pregonero de la Semana Santa de Sevilla para el próximo 2014. Francisco Berjano –a quien desde aquí aprovechamos para felicitar por su elección- es magistrado del juzgado de Primera Instancia número 11 de Sevilla y, actualmente, desempeña el cargo de Hermano Mayor en la Cofradía de la Vera Cruz de la ciudad hermana.

   No obstante, lo que inspira este artículo no es la propia elección del pregonero en sí, sino un comentario que pude encontrar en la web Pasión en Sevilla en la que me informaba sobre la misma. Es el siguiente:


   Bueno… el comentario de este señor o señora, Cofrade Rancio, es corto pero la afirmación da para mucho. Lo primero: ¿qué es llevar una vida católica y modélica en su esencia? ¿Qué aspectos concretos definen el cumplimiento escrupuloso de la misma? Es que verán, me encuentro muy confundido. Debo ser yo muy corto de entendederas, no lo discuto (de hecho, varios amigos, a raíz de lo que comentamos la semana pasada en ¡Uno para todos y ocho para uno!, me han dicho que no comprendo la “idiosincrasia” del mundo del costal). Pero creo que si no somos claros y concretos definiendo las obligaciones y/o requisitos exigidos para alcanzar la vida católica modélica nunca voy a poder desarrollarla. Y esto me preocupa. Así que me surgen dudas al respecto de si llevo, a juicio de la Santa Madre Iglesia, una vida ejemplar. Muchas dudas.


   Pronto surge la segunda cuestión: ¿cuáles serían las circunstancias que, a juicio del autor del comentario, hacían que la Iglesia Universal opinara que la elección del pregonero de 2013  no era adecuada? ¿Qué ocurría con Francisco Javier Segura? ¿Por qué nadie lo dice abiertamente? ¿Por qué esa actitud de “te lo digo pero no te lo digo”? ¿A qué ese tirar la piedra y esconder la mano? ¿De qué se le puede acusar? ¿Qué es “eso” que tanto disgustó o enervó a nuestra Iglesia? ¿Tan grave sería la falta del pregonero como para que ni una confesión o arrepentimiento pudiera redimirlo? Claro, que, ahora que lo pienso, su confesión hubiera resultado del todo imposible. El diálogo entre confesor y confesado podría caer totalmente en un absurdo:

-         Ave María Purísima.
-         Sin pecado concebida.
-         Padre, me acuso de… eso…
-         Hijo, qué es eso.
-         Pues Padre, no se lo puedo contar. En los medios nadie lo dice. Pero lo que sí dicen es que sus jefes están todos muy disgustados.
-         Vaya… ¿y eso por qué?
-         Pues por eso…
-         ¿Y qué es eso?
-         Pues eso es eso. Claro está. Usted ya sabe.
-         Pues estamos apañados, porque está de todo menos claro.
-         Y que usted lo diga, padre.

   Bien, como a buen seguro darle más vueltas a la cuestión va a resultar mareante, vamos a simplificar. Señores Ministros de la Iglesia: desde aquí solamente un consejo. Sean coherentes. Lleven a la práctica sus principios a rajatabla y prohíban que todos aquellos que caigan en la misma falta en que caía –presuntamente- el pregonero de la Semana Santa de Sevilla del año 2013 participen activamente en el mundo de las Hermandades. Eviten su acceso a juntas de gobierno, no permitan que vistan la túnica nazarena o que conformen cuadrillas de costaleros. Impidan, por supuesto, que pongan flores a Sagradas Imágenes o las vistan, o bien que pinchen cera en sus pasos. ¡Ah! Y asimismo exijan a las Cofradías que no contraten con talleres de bordado, imaginería o carpintería que sean regentados o den trabajo a personas a las que les pasa “eso”. Por supuesto, si vamos a ser estrictos, seámoslo hasta las últimas consecuencias. Yo, particularmente, pienso que se equivocarían. Porque, entre otras muchas cosas, Sevilla no habría tenido ni un pregón tan hermoso ni un pregonero tan brillante como el que tuvo el pasado año (aquí les dejo el enlace, por si alguno de ustedes no tuvo ocasión de verlo o escucharlo).

   Tercera y última reflexión: ¿quién es nadie para juzgar? El otro día entrevistaban en la radio a Pilar Eyre, autora de una biografía sobre Franco recientemente publicada. Contó varias anécdotas, pero una me hizo especial gracia y no me puedo privar de transmitírsela. Al hablar acerca de la hija de Franco, Carmen Franco y Polo, contó cómo cuando era niña apenas había asistido a clase con otros niños de su edad. Sus padres decidieron que fuera educada por una monja (no recuerdo la orden a la que la misma pertenecía, aunque lo citó en la entrevista, mil perdones) en la propia residencia familiar. Y la educó. La educó hasta que… hasta que un día la señora Carmen Polo tuvo la suerte de sorprender a la monja con las manos en la masa con el chófer. Vivir para ver. Con razón el Papa Francisco reconoce que también la Iglesia es pecadora.

   Y es que conviene no olvidar:

   No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y se os perdonará; dad y se os dará: una medida buena, apretada, colmada, desbordante, que echarán en vuestro seno. Porque con la medida con que midiereis se medirá a vosotros. (Lucas, 6:37-39).


Marcos Fernán Caballero














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