Esta ciudad noble y generosa de Córdoba conmemora ahora el «Rocío de la Fe» en una tarde de noviembre. Por sus calles pasearán Hermandades que congregan a multitud de cómplices del amor a la Madre del Rocío, peregrinos que sienten como nadie ese pellizco irrepetible de andar los caminos junto al Simpecado hasta cruzar el umbral de la puerta de la ermita de la Blanca Paloma, cansados, con la voz agotada y rendidos por el ajetreo de los días. «El Rocío de la Fe» es un culto a la Virgen y todo se hace por Ella. Las cosas más pequeñas están grabadas con su nombre y realizadas en su honor. Un bonito acontecimiento organizado por esos hijos de María que acompañan la carreta año tras año con la esperanza de llegar a la aldea al paso de incontables oraciones improvisadas en el bullicio del día y en el murmullo de la noche. Plegarias de quienes saben o simplemente se atreven a rezar para encontrar el alivio del corazón de una Madre que espera en el Santuario junto a su Hijo. Infinita devoción que busca en el cielo de las marismas las respuestas que no encontramos en la cabeza.
Contemplemos a María en el misterio de la Iglesia, descubriendo cómo en Ella brilla la luz. Es también esa luz generosa de María Santísima la que nos lleva en el camino de la fe hacia los más necesitados. La luz de la entrega a la caridad que abraza al hermano descalzo y hambriento, que envuelve al desvalido y lo arropa con el manto de la solidaridad que impregna los corazones buenos que ayudan a los demás para que se sientan bien. Esos hombres y mujeres de Hermandad que vuelcan en los otros la felicidad que María les da, llenando sus días de pobres y ocupando el tiempo con los problemas ajenos para bendecir la vida. La presencia de la Virgen nos tiene que llenar de esperanza y optimismo ante la vida para seguir adelante, para combatir la indiferencia y el egoísmo, para construir, en definitiva, un mundo mejor. Hagamos de la Magna Rociera una oportunidad histórica para aumentar la fe y hacer cosas más grandes por los demás.
Recordatorio #RociodelaFe