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sábado, 16 de noviembre de 2013

El salto de la reja: ¿Un ritual establecido o atemporal?

Cambios rituales durante el inicio de la procesión de la Virgen del Rocío.

La conocida romería en honor a la Virgen del Rocío en la aldea con el mismo nombre, es reconocida por prestigiosos investigadores como una emblemática expresión de la religiosidad popular andaluza.[2] El momento clave de este acontecimiento llega cuando los hombres de Almonte saltan la reja que rodea el altar y violentamente llevan a su patrona fuera de la ermita para empezar una turbulenta procesión en la que más de cien hermandades muestran su respeto y afecto por la Virgen.

Cada año, durante la madrugada del lunes de Pentecostés, este ‘salto a la reja’ no sólo apasiona a miles de devotos y espectadores en la aldea sino a un número indefinido de personas que a través de las televisiones regionales y nacionales lo siguen en directo. El hecho de que nunca se sepa cuándo llegará este mágico momento es parte del continuo éxito que lo caracteriza.

Cuando en los años ochenta la tendencia a adelantar el inicio de la procesión se confirmaba año tras año y el agravamiento que lo acompañaba empezaba a deteriorar el ritual, distintos autores expresaron sus inquietudes y buscaron explicaciones a este fenómeno. Transcurrido un tiempo, algunos elementos de estos estudios siguen siendo  muy valiosos, mientras que otros han perdido  validez explicativa dentro el contexto actual. La necesidad de reexaminar los cambios que se han producido en esta época se impone todavía más cuando se comparan con el actual desarrollo del ritual. No solamente “el salto” se ha vuelto a producir más tarde sino que se han introducido nuevos elementos que influyen de manera directa en su desarrollo.


Para obtener una visión que nos ayude a comprender estos cambios, se ha utilizado una aproximación cuantitativa y cualitativa. Primero, se ha elaborado un gráfico con la hora del inicio a partir de los archivos de cuatro periódicos locales. Y para documentar los cambios de una forma cualitativa se han utilizado como base las descripciones detalladas de la procesión que se encuentran en estas publicaciones y observaciones propias durante seis ocasiones.
          
Estos datos, descripciones y observaciones posibilitan, en primer lugar, distinguir tres períodos distintos y dos fases de discontinuidad.  A continuación, un análisis a partir de esta aproximación dinámica, argumentará el hecho de considerar los cambios al inicio de la procesión no como modificaciones al margen del ritual sino como elementos que lo han transformado en profundidad. Junto a este razonamiento, el estudio del comportamiento de los almonteños dentro de esta transformación, justificará una reflexión sobre el vínculo cambiante entre los elementos locales y globales dentro de la romería. Para terminar, se examinará la situación con respecto al orgullo local dentro este contexto.



Almonte, El Rocío y la romería del Rocío

El Rocío esta situado el la provincia de Huelva, más concretamente en el Condado de Huelva. La aldea pertenece al municipio de Almonte y se sitúa aproximadamente a 15 km. del núcleo histórico de esta villa. Hasta mediados de los años sesenta, El Rocío no contaba con más de cien viviendas. Muchas de ellas humildes chozas, dispersas alrededor de la ermita. En esta época, El Rocío era un lugar aislado, lleno de mosquitos y con un calor bochornoso en verano. Sólo para ir a la romería, los peregrinos, o rocieros como se llaman así mismos, hacían su camino hacia El Rocío, a pie, a caballo o en carreta.

A partir de los años sesenta, esta imagen del Rocío empieza a cambiar por completo y en gran medida como consecuencia de decisiones tomadas diez años antes. En 1954 la diócesis de Huelva se separó de la de Sevilla y todas las actividades eclesiásticas pasaron a ser supervisadas por el Monseñor D. Pedro Cantero Cuadrado. Al contrario que el obispo de Sevilla, quien se oponía firmemente a las manifestaciones de religiosidad popular y especialmente a aquellas que iban acompañadas de celebraciones lúdicas, el nuevo obispo de Huelva abrazó las existentes y distintas formas de devoción Mariana y vio inmediatamente un gran potencial en  El Rocío para su intención misionera. Trabajando junto con el municipio de Almonte, estimuló enseguida un proyecto que no solamente incluía la construcción de una nueva iglesia sino también un proyecto para mejorar el acceso a El Rocío.  La demolición de la antigua ermita empezó en 1963 y seis años más tarde se inauguró una impresionante iglesia.[3] Mientras, se construía una carretera entre Almonte y El Rocío que en 1974 se amplió y extendió hasta la costa. En la misma época, la extensa zona de marisma entre la aldea y el mar de más de  500 km² era declarada Parque Natural, salvo una zona de 7 km² donde se planificó una urbanización costera.

Desde los años setenta el lugar abandonado que era El Rocío se convierte rápidamente en un pueblo que cuenta hoy día con más de 2.000 casas. La mayor parte de ellas alineadas dentro de una matriz rectangular de calles que hace pensar en una ciudad moderna si hubiera asfalto en lugar de arena. La mayoría de las casas están construidas para acomodar a grupos de 20 a 40 personas. Casi todas tienen una cuadra para un par de caballos atrás.  Actualmente el mercado inmobiliario esta floreciendo. Cerca de la iglesia los precios pueden llegar hasta 2.5 millones de euro o más por una casa. Alquilar una vivienda para una semana durante la romería cuesta entre 7.500 y 25.000 euros, dependiendo del sitio y del lujo.

Rodeando la marisma, con caballos salvajes y una rica avifauna como paisaje, sus casas con típicos porches invitan a observar a los jinetes paseando por las calles de arena… Está claro al instante, que El Rocío se distingue de cualquier otro pueblo contemporáneo. Su amplias calles, la cantidad de casas que están en alquiler durante el año y la gran iglesia, no admite la más mínima duda de que este escenario esta construido y modificado en función a un evento clave, es decir, de la romería de Pentecostés. Para esta ocasión, el tranquilo lugar se despierta y se convierte en una ciudad activa donde durante una semana, más de cien mil rocieros y turistas, muchos de ellos vestidos con traje de flamenco, disfrutan juntos de la fiesta y celebran la romería.

La romería en honor de la Virgen del Rocío es un gran evento durante cinco días donde junto a la Hermandad Matriz de Almonte participan más de cien hermandades. Aunque el origen de la romería se sitúa en el siglo XVI, 2/3 de las hermandades se han fundado durante los últimos 30 años. Proceden de todos los rincones del país, sin embargo la mayoría son de Andalucía. Desde el 2000 existe una hermandad fuera de España, la Hermandad de Bruselas, fundada por españoles que trabajan en las instituciones europeas en Bruselas. El color azul de su simpecado y la decoración con estrellas de oro no dejan duda de que sus fundadores veían a Bruselas como la capital de Europa y no de Bélgica.

El programa oficial de la romería consiste en cuatro actos. El sábado, a partir de las doce, todas las hermandades son recibidas oficialmente por la Hermandad Matriz. Durante esta ‘presentación’, las distintas hermandades llevan su simpecado frente a la iglesia, rezan un Ave María y saludan a las distintas personalidades. Al final la banda local toca el himno nacional. El interminable desfile de más de 100 hermandades sigue durante casi 12 horas. El domingo por la mañana se celebra una misa especial, ‘la función principal’, en la plaza al lado de la iglesia. Para esta ocasión, un cardenal u obispo es invitado para celebrar la misa junto con los curas de las distintas hermandades. A media noche empieza el ‘rosario’ que se desarrolla alrededor de una gran plaza, a unos cientos metros del santuario. Todas las hermandades participan con sus banderas y simpecados en este impresionante desfile. Dura varias horas y es el preludio de lo que se ha convertido en el clímax de la romería: la ‘procesión’.

Este acto comienza después del rosario cuando el paso con la imagen de la Virgen es alzado del presbiterio y llevado entre el tumulto fuera de la iglesia. Hasta el medio día del lunes el paso se mueve en un mar de miles de personas. Los almonteños luchan entre ellos para meter sus hombros por debajo del paso de más de 800 Kg. Los que pierden fuerza, se retiran y son remplazados  por otros. ‘Forasteros’ que se acercan demasiado ó intentan  tocar a su Patrona son brutalmente expulsados. Existen excepciones sólo para los más pequeños. Ellos son llevados por encima de las cabezas hasta la imagen y después al revés hasta sus padres. Cuando el paso se inclina demasiado y no hay más remedio que ponerlo en el suelo, el público muestra su descontento. Cuando un poco después los almonteños intentan  levantarlo otra vez, los animan de la misma forma. La procesión se para frente a cada una de las casas de hermandad y cuando estas están fuera del recorrido oficial, sus miembros tienen que acercar su simpecado hasta la vía procesional. Cuando la Virgen se acerca, los hermanos levantan a su cura en hombros quien gesticulando fuertemente, intenta llamar la atención para  atraer el paso lo más cerca posible. Después de darle tiempo de rezar a la Virgen y de pedir protección y prosperidad para su rebaño, el enjambre se mueve a la siguiente hermandad.  Cuando se acerca el medio día del lunes, la procesión regresa a la iglesia y con el mismo ánimo el paso se pone otra vez en su sitio. En este acto los agotados almonteños están acompañados por una audiencia entusiasta. Cuando la Virgen por fin llega a su altar, un inmenso aplauso llena la iglesia. La romería se termina oficialmente con una salve del cura después de la cual regresa la tranquilidad y la paz.

Además de la importancia supra local, las modificaciones estructurales y el crecimiento organizacional, es indudable que el comportamiento de los hombres de Almonte durante la procesión ha intensificado y amplificado la popularidad de la romería. Especialmente el momento cuando los almonteños caóticamente saltan la reja, se ha convertido en un momento clave. Distintas televisiones regionales y nacionales lo retransmiten en directo, acompañado de comentarios del cura local, miembros de la Hermandad Matriz y otro ‘expertos’ invitados.        

El salto a la reja’

La agresiva y aparente incontrolable actitud de los Almonteños no solamente fascina al público y a la prensa, sino también a distintos eruditos e investigadores que se han interesado por este hecho a partir de los años setenta. Estos últimos, coinciden que este famoso ‘salto a la reja’ es un elemento inseparable de la romería pero sus opiniones sobre su significado son mucho más divergentes.

Para los antropólogos Moreno, Comelles y Rodríguez Becerra, representa el momento en el que los Almonteños manifiestan al mundo entero que ellos, y sólo ellos, tienen el derecho a llevar a la Virgen del Rocío. Isidoro Moreno lo ve en primer lugar como un robo simbólico. Basándose en Marx y Gluckman, centra la atención en las tensiones subyacentes que existen entre las clases sociales y la forma en la que esto se manifiesta durante el ritual. Visto desde esta perspectiva los cientos de jornaleros que participan en la procesión reclaman el control sobre el símbolo más emblemático del pueblo, es decir: su Patrona.[4] Joseph María Comelles se centra más en el aspecto colectivo del evento y lo define como la afirmación de algo que, desde tiempos inmemorables, pertenece al pueblo.[5] Ambos están de acuerdo que la apropiación de la imagen va con una inversión del poder y que esta ‘anarquía organizada’ pone en primer plano la significación e identidad de la comunidad. Según Salvador Rodríguez Becerra, el hecho de que es algo único, impide que se pueda comparar con otras devociones Marianas. Para él, la romería es un sitio único para ahondar en las características esenciales de la cultura Andaluza.[6] Siguiendo esta línea, está claro para Pedro Cantero que la romería del Rocío es sin duda lo más significativo de la sociedad Andaluza, un ‘hecho social total’[7].
       
Uno de los anteriores presidentes de la Hermandad de Almonte, Ángel Díaz de la Serna, se acerca al tumulto ante la reja de una forma completamente diferente. El explica en un libro muy difundido que ‘el salto’ es antes que nada la expresión de la adoración extrema de un individuo a la Virgen. Aunque todos se encuentran ante la reja, es el amor de cada almonteño a la Virgen lo que forma la base de la acción colectiva [8].


Zapata García, un teólogo con un fuerte interés psicoanalítico, considera en su análisis el ‘salto’ como un epifenómeno creado por los medios. Sin embargo, no puede evitar tampoco dar una complicada interpretación, inspirada en la obra de Jung. Primero, ‘el salto’ es visto como una marcha simbólica hacia el incesto. Saltando la reja, quebrantan la ley que prohíbe la entrada en el espacio sagrado. Pero al apropiarse de la ‘Virgen’ se apropian también de ‘la Madre Divina’ y en ese momento no sólo encarnan la ley paternal sino que se convierten en protectores de la imagen. Y cuando la Madre tiene que  salir a la calle, quién mejor que sus hijos la pueden proteger.  Así el paso simbólico hacia el incesto se transforma en la aceptación de la ley paternal y la defensa de la ‘pureza’ de la Santa Imagen.[9]

En la época en la que la mayoría de estos análisis y comentarios se publicaron, la hora del inicio de la procesión se adelantó año tras año hasta el punto que empezó a deteriorar los otros actos. Este cambio se comentó extensamente, aunque otra vez con diferentes matices. Revisando un articulo anterior, Comelles lo atribuye al hecho de que cada vez más jóvenes participan en el ‘salto’. Según él, sacar a la Virgen deja de ser para estos chavales un acto colectivo, pasando a ser el momento en el cual ellos pueden demostrar por primera vez su masculinidad.[10] Esta interpretación se acerca a lo de Zapata, que también descubre en ‘el salto’ todas las características de un rito de paso. Aunque los jóvenes consideren la presencia de las cámaras y el aumento de los espectadores circunstancias moderadas, está claro para Comelles que el significado del ritual ha cambiado como consecuencia de una creciente secularización. El antropólogo americano Michael Murphy, está de acuerdo con él y explora las consecuencias de este cambio. Basándose  en sus propias observaciones, el autor concluye que la romería está dentro de un proceso de desorden progresivo, el cuál se basa en el conflicto generacional y que pone en peligro los estandartes de la representación.[11]

Hasta hoy día la historia de este inicio tan particular de la procesión no se ha aclarado. A pesar de sus distintas explicaciones, todos los autores están de acuerdo de que el ‘salto’ es un elemento inextricable de la procesión. Sólo Zapata apunta una nota intrigante en el margen de su argumento, diciendo que hay que distinguir por un lado el hecho de llevar el paso y por otro, el hecho de saltar la reja. Sin pruebas históricas, el reflexiona que la costumbre de llevar a la Virgen así empezó cuando comenzó a aumentar el número de peregrinos que venían a participar en la romería y que en un momento concreto, los almonteños decidieron mostrar que sólo ellos eran los encargados de hacerlo. Si esta postura fue bien o mal acogida no es muy importante, lo que sí lo es, es el hecho de que después un cierto tiempo, se ha forzado la costumbre. Para apoyar su segundo punto, utiliza argumentos más convincentes. Primero, señala que en la antigua ermita, la reja tenía punto de lanza de más de 20 cm., lo que hacía casi imposible saltarla imprudentemente. Además, cita a ancianos de Almonte que le comentan que en su época, la reja se abría para dejarlos entrar. Desafortunadamente el autor no investiga más estos datos históricos y los utiliza de forma anecdótica, reflexionando nostálgicamente sobre tiempos pasados.

Acercar ‘el salto a la reja’ como un ritual ancestral en el que las clases bajas toman el control sobre el símbolo del pueblo para después reestablecer el orden social, parece académicamente correcto. Pero este análisis corre el riesgo de negar por completo la dinámica transformativa que está presente bajo la superficie del ritual. Cuando pregunté lo que pensaba sobre el ‘salto’, mi vecino empezó a reír y dijo que era un invento reciente de los periódicos. Además, continuó, a muchos Almonteños no les gusta esta expresión pues sólo hace al acto algo todavía más espectacular. Esta sorprendente respuesta, junto con las acotaciones de Zapata eran como invitaciones a investigar más en profundidad los cambios que se han producido en el salto a la reja y de documentar al detalle la forma de cómo el ritual ha evolucionado. Pero había todavía más. Diez años después de que Murphy publicara su descripción, empecé a participar en la romería. Aunque el tumulto del que hablaba se hacía  presente cada año, no pude calificarlo como algo deteriorado, sino al contrario y de una forma extraña, como algo muy controlado. Además, la hora enigmática que se había adelantado se estaba retrasando en los últimos cinco años. Entonces, parece ser que algo ha cambiado de nuevo.

Para obtener una mejor comprensión de estas alteraciones y para superar las deficiencias de un análisis basado en observaciones puntuales o descontextualizadas, se hacía necesario incluir una perspectiva histórica en la investigación. Para ello, los periódicos regionales resultaron de mucha utilidad. La costumbre de comentar todos sus detalles, incluso la hora en que empezaban y terminaban los distintos actos, hacía posible reconstruir de forma cuantitativa los cambios al inicio de la procesión y las interferencias con los otros actos. A parte de estos datos tan reveladores, las descripciones del ‘salto a la reja’, eran usadas no solamente como un recurso para analizar la forma en la que esto se desarrolló sino también para investigar cómo lo describieron en estas fechas.

Datos, descripciones y observaciones

La base cuantitativa se construye usando los datos de cuatro periódicos regionales durante cincuentas años: El Odiel, Huelva Información, ABC y el Correo de Andalucía. Se anotan las horas de comienzo y finalización de los cuatro distintos actos de la romería de cada año. Usando las distintas fuentes, fue posible completar el periodo entero. Comparando los datos de las diferentes publicaciones se confirma su fiabilidad y al utilizar intervalos de 15 minutos se evitan registros anómalos. Los datos registrados hacen posible presentar una imagen longitudinal de la hora del inicio de la procesión.

Entre 1950 y 2006 el momento del “salto a la reja” se mueve desde las 12,00 hasta las 3,00 de la noche. Este avance no se produce de forma uniforme pues se ve interrumpido en dos ocasiones: la primera en los años setenta, cuando se produce una inclinación significativa y la segunda, en los años noventa cuando esta tendencia se para y se invierte. De esta forma se podrían delimitar tres períodos diferentes.

El primer periodo se extendería entre 1950 y 1972. Este se  caracteriza por un cambio gradual y doble. En los primeros años de los años cincuenta y posiblemente anterior a esta fecha, la hora se fija a medio día. En 1954 el inicio de la procesión avanza 2 horas. Cinco años después se produce un cambio notable ya que durante los años sesenta la procesión comienza alrededor de las ocho de la mañana. El segundo período empieza en torno al año 1972 y dura hasta 1989. Entre estas dos fechas, se retrasa la hora del inicio en 6 horas, pasando de las 7,45 de la mañana a las 1,45 de la noche. Este período se caracteriza por un avance estable, casi lineal del ‘salto’. El tercer período a destacar va desde los años noventa en adelante. Cambios menores, primero, estabilizan la hora del inicio y luego, hacen que después de cinco años se retrase poco a poco la hora del “salto” pero sin sobrepasar las 3 de la mañana.

Estos tres períodos adquieren mayor significado cuando van acompañados de las descripciones y los comentarios de las distintas procesiones. Se pueden obtener por tanto distintas conclusiones generales: primero, el inicio de la procesión ha sido siempre muy tumultuoso. Segundo, el control sobre la reja ha cambiado durante los últimos cincuentas años. Tercero, el hecho de saltar la reja ha evolucionado a un ritual propio.

            
Dado que no hay muchas descripciones que detallen cómo se producía el comienzo de la procesión al inicio en los años sesenta, la información que se  incluye en el homenaje del santero Celestino al fallecer el párroco de Almonte es muy valiosa. Al evocar los momentos compartidos con el cura tras la reja y especificar el importante papel del santero en aquellos días, nos permite destacar que en esta época, la reja era abierta por el santero después de la última misa y la ultima salve ó fervorín: ‘“Muchas veces, contagiado de la impaciencia de los almonteños, querría abrirles la cancela del presbiterio, y siempre decía igual: “espere Usted. Todos éstos son gente nueva. Hay que esperar a los mayores”….” Todavía faltan tres o cuatro” y decía los nombres de algunos. Cuando contaba hasta cuarenta o más de éstos, yo nervioso gritaba “¡Ahora!” y abierta la cancela, una riada humana como una ola que choca contra el muelle, subía hasta el trono de la Virgen del Rocío.’[12] Esta claro entonces que en estas fechas el sacristán no sólo se encargaba de  calmar a la gente en la reja, sino de abrir también la cancela.

En los años setenta y ochenta aparece una imagen totalmente distinta. El tenso tumulto delante de la reja da paso a un incontrolable y colectivo salto que escapa a cualquier forma de control. Ni los clérigos ni el sacristán consiguen calmar a la muchedumbre y ambos son echados a un lado violentamente.  El hecho de que se adelantara el comienzo de la procesión obligó a los curas a acortar las misas llegándose incluso a suspenderlas por completo incluido el tradicional fervorín. En los periódicos, la principal cuestión sobre la romería empezaba a ser “¿cuándo saltarán la reja?” y al día siguiente “la hora exacta” se convertía en el titular principal sobre la procesión: “A las cuatro y media saltaron la verja: MAS TEMPRANO QUE NUNCA”[13]; “02,48 De la madrugada: ¡ESTALLÓ EL ROCIO!”[14]; “Los Almonteños sacaron a la Virgen del Rocío más temprano que nun”[15]. La nueva expresión ‘saltar la reja’ y el concepto ‘el salto a la reja’ se extendió a partir de finales de los setenta. Anterior a esta fecha lo describían de forma mucho más distinta, como por ejemplo en el Correo de Andalucía del 20 de mayo 1975: “Los almonteños, impacientes ya por sacar a la calle a la Blanca Paloma, invaden tumultuosamente el altar.”

En 1978, la Hermandad Matriz decide elevar la reja de 1,60 metros a más de 3, intentando impedir que saltaran la reja. En 1982 se acortó otra vez porque sólo aumentaba el riesgo de accidentes y no solucionó el problema. También se produjeron grandes tensiones entre las hermandades que atravesaban la ermita con su simpecado y los Almonteños que no querían esperar más para “entrar en escena”. Así que finalmente, la Hermandad Matriz se vio obligada a cambiar el lugar de celebración del rosario que se celebraba antes de la misa.

Junto con el desplazamiento del rosario, la Hermandad Matriz introdujo un nuevo acto que consistió en trasladar su simpecado hasta la ermita. Era el año 1989. El respeto de los Almonteños por su propio simpecado consiguió convencer a una mayoría de que esperasen al menos hasta que fuera presentado ante la Virgen. Aunque se recuperaba un poco el control, tampoco se garantizaba una espera tranquila.

En varias ocasiones he participado en “la ruda batalla” ante la reja y aunque la tensión era grande, he de destacar cómo todo se desarrolló dentro de unos límites establecidos. Cuando alguien se alteraba demasiado e intentaba saltar la reja antes de lo previsto, los sacristanes y sus compañeros lo calmaban enseguida. Si eso no bastaba, un tipo fuerte salía del fondo, sin discutir y de un tirón lo empujaba un par de filas atrás. A la misma vez, los altavoces dentro de la iglesia transmitían el desarrollo del rosario mientras la sofocante presión y el calor pasaban factura. De vez en cuando, alguien pierde la conciencia y es llevado fuera. Una vez terminado el rosario todos los ojos se fijan en la entrada y cuando finalmente el simpecado entra en la iglesia, la tensión llega a su clímax y se produce el ‘salto’: en unos segundos el altar se cubre de cuerpos, todos luchando para conseguir un buen sitio y  participar en la bajada del paso.

Cuando dejamos un momento el aspecto espectacular a un lado y dirigimos nuestra atención al momento exacto del salto a la reja, está claro que el control sobre ese momento difiere significativamente en los tres periodos. En el primero, lo controlaban los clérigos, aunque ayudados por el santero, siguiendo una tradición, quizás de siglos; en el segundo, los almonteños violenta y caóticamente toman el control, adelantando a su vez la hora del inicio; y finalmente en el tercero, la hermandad, al introducir un acto nuevo, recuperó un delicado control con respecto al comienzo de la procesión.

Discusión

Dentro de este amplio marco, se pueden proponer distintas rectificaciones. En primer lugar, está claro que el conflicto intergeneracional al cual Murphy se refiere, no amenaza al  propio ritual, sino que es consecuencia lógica de un conflicto más profundo en el que la mayoría de los chavales se revelan abiertamente contra el control de los clérigos sobre un ritual que ellos definen como suyo. Que esta sublevación se produjera entre 1975 y 1980 no es un hecho fortuito. Tras la muerte de Franco en 1975, una oleada liberadora de reconquistada libertad movió el país. Hecho que se hizo notar en todos los aspectos de la vida cotidiana, incluso en el religioso. Las expresiones de religiosidad popular y folklore local que fueron duramente controladas por la Iglesia y el Estado durante la dictadura se contagiaron de esa libertad renovada. En la sierra de Madrid por ejemplo, este clima ha dado paso a la revitalización de rituales como  las fiestas de ‘Vaquillas’[16]. En la romería de El Rocío este hecho ha inclinado la delicada balanza de relaciones de poder encerrada desde siempre dentro de la tensión del ritual.    

Segundo, es evidente que un espectáculo como este, atraiga a los medios de comunicación y a muchos espectadores. Pero el hecho de que no sea hasta 1984 cuando se empiece a retransmitir en directo el inicio de la procesión, sitúa su importancia con respecto a este punto en otra perspectiva. Sin querer cuestionar el hecho de que su presencia pudiera avivar las emociones, es cierto que ya por aquel entonces la realidad ante la reja estaba definida. Lo mismo se puede decir con respeto al efecto causado por los espectadores. Aunque la popularidad de la romería aumentó a partir de los años setenta, es muy improbable que este hecho iniciara los cambios ante la reja. Además, estos cambios se manifestaron dentro de un período de tiempo bastante corto, mientras que el proceso de la llamada ‘masificación’ se produjo durante un período mucho más largo.  
              
Tercero, está claro que estos chavales, en contra de lo que sugieren Moreno y Comelles, no intentaban practicar un ritual, sino que eran, en el sentido estricto de la palabra, rebeldes en busca de un cambio radical. Un cambio que dejaba claro, de forma visible, notable y que podía medirse hasta el último minuto y describirse al detalle al día siguiente. Así pues, un análisis, basado en las ideas de Gluckman, es sólo parcialmente válido. Sólo cuando la rebelión volvía a ser ritualizada, la tensión desaparecía y se encontraba un nuevo equilibrio. Se convirtió en el momento culminante de la procesión, se le dio un nombre y finalmente terminó bajo el control de la hermandad. Las arremetidas violentas y los comportamientos incontrolados se contextualizaron y han sido tratados así desde entonces. Ese contexto, sin embargo, es completamente diferente del anterior ya que mientras tanto, una transformación más profunda ha tenido lugar.

Desde jornaleros sin voz, pasando por agitadores, hasta exponentes de un machismo bruto que defienden a su patrona, los almonteños no sólo se han convertido en una característica importante de la romería sino también en un raro ejemplo de orgullo local. Los periódicos empezaban a describirlos como ‘salvajes nobles’, impregnados de un extraño amor puro a su Virgen. Al final de los años 80, el presidente de la Hermandad Matriz, justifica sus comportamientos comparándolos con los primeros mártires del cristianismo e interpreta su brutalidad como una forma de rezar. Al preguntarle a los Almonteños por sus motivos simple y enigmáticamente responden: ‘Porque nuestra Patrona nos lo manda’. Con más ironía, el cronista Antonio Burgos los describe como ‘los Vascos de Andalucía’, que defienden su orgullo local y la pureza contra la creciente uniformidad de la vida moderna.


Hoy en día, una mezcla de banqueros, restauradores, miembros del ayuntamiento, constructores, peones y otros participan con la misma intensidad. La antigua dicotomía durante la procesión entre los ricos y los pobres del pueblo ha desaparecido por completo [17]. En el 2005 incluso el párroco intentó acercarse al paso hasta casi meterse debajo. Cada uno de ellos mostrando a los otros hasta dónde puede llegar su poder mientras que  unidos impresionan a los espectadores con su desafío colectivo.

Para terminar, merece la pena mencionar que, aunque los almonteños afirman claramente su orgullo local, hay aspectos cruciales que a su vez escapan de su control de una manera irrevocable. Un ejemplo de este proceso se hace visible en la forma en la que las muy solicitadas casas situadas en el recorrido de la procesión, esta cambiando de propietario. Aunque nadie culpará a una familia por vender la casa que han heredado por 3 millones de euros, este incontrolable proceso preocupa a muchos  almonteños, porque con cada casa vendida, se va también una confortable presencia, un lugar conocido donde se podía entrar para reponer fuerzas después de meterse ‘debajo’, y se reemplaza por una reunión de ricos forasteros. Pero no solamente para esta clase alta la romería es muy atractiva, sino para todos aquellos hombres y mujeres de Huelva ó Sevilla atrapados en la vida moderna que encuentran en El Rocío, en su entorno y en su Virgen local la chispa de un pasado imaginario y exótico. Sin embargo, la presencia de los almonteños ante la reja y durante la procesión lo convierte en algo real y autentico. Sus miradas salvajes, las camisas desgarradas, la brutalidad exhibida, el sudor y gritos son visibles, se pueden oír, oler y sentir. Tan cerca y tan peligroso como quieras.  

Conclusiones

La investigación histórica combinada con el trabajo de campo, resulta ser muy valiosa para explorar la dinámica de los cambios rituales dentro de la procesión. La combinación de métodos cualitativos y cuantitativos hace posible distinguir distintos periodos en este proceso y documentar las características de cada uno de ellos. El hecho de que se puedan relacionar los cambios producidos con respecto al inicio de la procesión con la terminación de la dictadura ilumina este turbulento período y pone a la procesión y a la romería dentro un contexto sociopolítico más amplio. Sin negar las dimensiones religiosas y culturales de la procesión, parece justificado integrar también una dimensión política en el análisis.

Desde una perspectiva histórica más amplia, es de destacar cómo la actual romería se presenta como un ritual que ha padecido profundos cambios: una iniciativa eclesiástica lanzó un proyecto arquitectónico para revitalizar la devoción Mariana, una rebelión oxigena la recuperada libertad política y contesta al poder de la iglesia, reclamando simbólicamente el derecho del pueblo sobre la procesión. Hoy, este toque local forma parte integral del atractivo de la romería. Pero, prisioneros de su propio éxito, los almonteños corren el riesgo de convertirse en una exhibición exótica de localismo para los miles de espectadores y  los señoritos que los miran desde los porches de sus recién adquiridas casas. Así pues, se puede ver cómo la significación de la romería esta experimentando otra vez un cambio mayor. En esta ocasión, influida por un proceso de conversión en bien de consumo que exalta un imaginario e idílico pasado.

Dado todo eso, dudo que este sea el contexto más adecuado para indagar en las características esenciales de la cultura Andaluza. Como ejemplo de un bricolaje post modernista, sazonado con tensiones locales y dinámicas globales que creo no tiene igual en España.


Bibliografía
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  • Rodríguez Becerra, Salvador, Religión y Fiesta. Antropología de las Creencias y Rituales en Andalucía: Signatura Demos, Sevilla 2000.
  • Zapata Garcia, Miguel, El Rocío. Estudio psicoanalítico de la devoción mariana en Andalucía: J. Rodríguez Castillejo, Sevilla 1991.
  • [1] Doctorando en Antropologia Socio-Cultural Universidad de Lovaina (K.U.LEUVEN) Bélgica El autor está terminando un doctorado sobre la romería del Rocío y más en particular sobre la relación entre la significación de esta en Almonte y la romería del Rocío que se celebra en Vilvoorde (Bélgica). Ambos sitios ilustran la vinculación de lo ‘local’ con lo ‘global’. En la primera, lo ‘local’ se está defendiendo contra un movimiento globalizador, mientras que en la segunda, este mismo proceso ofrece a una comunidad de emigrantes la posibilidad de reformular y negociar su identidad y localismo propio. Al margen de esta investigación, ha desarrollado también un estudio histórico sobre el uso del nombre de pila Rocío. Estos datos serán utilizados como indicadores para describir los cambios culturales en el pueblo de Almonte y en los distintos pueblos del Condado de Huelva. Temas de interés son identidad, migración, localidad y globalización, cambios rituales, onomástica.
  • [2] Entre los más citados destacar a Rodriguez Becerra, S., Moreno Navarro, I., Cantero, P., Comelles, J., Gonzalez Faraco, J.C. y Murphy, M.
  • [3] Millán Pérez, Antonio, Memorias de la Construcción del Nuevo Santuario del Rocío 1963-1969: Antonio Millán Pérez, Almonte 1995.
  • [4] Moreno, Isidoro, o.c.
  • [5] Comelles, Joseph, Los caminos del Rocío en Salvador Rodríguez Becerra (coord.), Antropología cultural de Andalucía, p. 755-770: Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Sevilla 1984.
  • [6] Rodríguez Becerra, S., o.c.
  • [7] Cantero, Pedro A, Tras el Rocío: Cuadernos de Almonte. Almonte 2002, p.36.
  • [8] Díaz de la Serna, Ángel, Antonio Salas Delgado y Juan Mairena Valdayo, El Rocío de siempre (2ª ed): Caja Sur. Cordoba 1998, p. 85.
  • [9] Zapata García, Miguel, El Rocío. Estudio psicoanalítico de la devoción mariana en Andalucía: J. Rodríguez Castillejo, Sevilla 1991, p. 246.
  • [10] Comelles, Josep Maria, Los caminos del Rocío en Joan Prat, e.a. (coords.), Antropología de los Pueblos de España, p. 755-770: Taurus ediciones, Madrid 1991.
  • [11] Murphy, Michael D., The Politics of Tumult in Andalusian Ritual: PoLAR: Political and Legal Anthropology Review, 16 (2), 1993, p. 75-84.
  • [12] Odiel, 16 mayo 1970
  • [13] ABC, 9 junio 1981
  • [14] Huelva Información, 28 mayo 1985
  • [15] El Correo de Andalucía, 9 junio 1987
  • [16] Jimeno Salvatierra, Pilar, Rituales de identidad revitalizados (2ª ed.): UAM, Madrid 2004
  • [17] Murphy, Michael D., o.c. 




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