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miércoles, 26 de febrero de 2014

La Voz de la Inexperiencia: Fe a título personal


Este domingo asistí a la bendición de Nuestra Señora de la Concepción en su Amparo, dolorosa de un buen amigo hortelano que nos dio una lección de humildad a todos. 

Sonreí al ver que sonreías, sonreí cuando tu padre me daba aquella estampita, sonreí cuando agradecías a tus mentores, sonreí cuando llorabas, aunque yo también lo hacía, porque no he visto en la vida lágrimas con más alegría, sonreí al abrazarte y al cogerte de la cintura para retratar aquel momento, sonreí ante las felicitaciones que te llegaban, sonreí por ti. Sonreí, sonreí y entendí que tenemos un lazo de unión que cuanto más frágil parece, más inquebrantable es, sonreí porque estábamos contigo, sonreí porque eres mi amigo, sonreí porque no tendrá tu Virgen estampa más bella… A los pies de nuestra Madre, alumbraba su carita nuestra Candelaria, con la bendición de quien observa mientras se resigna por ser prendido, Amarrado a Ella, y con la Oración de un Padre que tenía en sus manos tu ilusión, tus anhelos, tu fe, tu tiempo y tus ganas. Bendito momento en el que naciste, bendito momento en el que nacieron tus sueños.

Concepción que apela al cariño materno, de tu madre, de tu abuela, ambas Inmaculadas, Inmaculadas como sus sonrisas, como sus ojos, como sus entrañas. Tú, que fuiste concebido para hacer feliz a los que te rodean, sigue siempre cumpliendo tu labor, sigue siempre hablando con el corazón. 



Amparo de los que juegan a andar de frente en la vida, Amparo de los que encomiendan a tu espíritu sus días, Amparo de los que te rezan, agachando la cabeza, venerando tu pureza. Amparo del que se desalienta, del que no cree y del que no cesa en ataques a la iglesia, Amparo de desamparados, manto que refugia tus manos. 

Javier López Salazar, enhorabuena. Enhorabuena por llevar tu fe a lo más alto, por gozar de esa mirada que nos dice tanto, por el corazón que hacía de coro el pasado día. 

Gracias por dejarme vivir este momento contigo, gracias por emocionarte y hacer que me emocionase, gracias por hacer de tu ilusión mi sonrisa del domingo, gracias por permitirme que besara la mano de tu Señora, gracias por pasearte nervioso por la iglesia, me hiciste recordar mi incertidumbre antes de hacer la comunión, esa vivacidad que tenía cuando niña, la fe en estado puro, la fe en su estado primitivo, mi fe, la tuya, la nuestra.

La fe es todo aquello que no se puede explicar con palabras, y aunque resulte paradójico, así es. Aunque yo recurra de manera desesperada a las letras para intentar transmitir tantas sensaciones, no se puede… Aquello que me dicen: “se me pone la piel de gallina cuando te leo” es tan solo una ínfima parte de lo que siento cuando vivo cada momento, cuando recupero cada recuerdo, cuando imagino cada sueño.

Por ello, he de decir que creo, y porque creo no he de justificarme. 


María Giraldo Cecilia













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