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sábado, 12 de abril de 2014

El Besamanos de Ntra. Señora de Monserrat y el Besapiés del Stmo. Cristo de la Conversión del Buen Ladrón según Andy Fresno


Magnífico reportaje de nuestro colaborador Andy Fresno (Esencias Cofrades) del Besamanos de Ntra. Señora de Monserrat y el Besapiés del Stmo. Cristo de la Conversión del Buen Ladrón celebrado en la Capilla de Montserrat de Sevilla.

La Pontificia, Real, Ilustre y Antigua Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Conversión del Buen Ladrón y Nuestra Señora de Montserrat de Sevilla, conocida popularmente como Hermandad de Montserrat fue fundada a finales del siglo XVI por un grupo de personas de la comunidad de residentes de origen catalán, en la iglesia de San Ildefonso. Sus Reglas fueron aprobadas en 1601 y en ella se disponía la celebración de estación de penitencia en la tarde del Viernes Santo.


Por ese tiempo se contrató la talla de una Dolorosa al escultor Guerrero, discípulo de Martínez Montañés, siendo la encarnación realizada por Gaspar de Raxis. Se tiene conocimiento de que el artista se fue a América sin acabar la imagen, por lo que ésta fue llevada al taller de Montañés para que la acabara. Sin embargo se sabe que las manos fueron realizadas por Juan de Mesa quien, ocho años después tomó el encargo de la talla del Crucificado, que entregó a la Hermandad en 1620.

Como consecuencia del Decreto de reducción de Cofradías de 1623 promulgada por el arzobispo Pedro de Castro, esta Hermandad quedó agregada a la de del Santo Sudario, a la de Nuestra Señora de la Presentación y a la de la Hiniesta.


Hacia mitad del siglo XVII la Hermandad se traslada a la iglesia de San Pablo, donde adquirió de los dominicos unas casas que estaban en el compás del monasterio, y allí levantó una capilla. Esta capilla, de una sola nave y cubierta de bovedillas y techumbre de madera, tenía tres altares en su cabecera, el central para el Crucificado, San Juan y las Tres Marías, y los laterales para los ladrones que tallara Pedro Nieto. En 1938 la capilla fue demolida para permitir el ensanche de la calle San Pablo, por lo que se les concedió a cambio la que fue de la extinguida «Cofradía de la Antigua y Siete Dolores», donde hoy reside. En el año 1611 se agregó a la Hermandad de Montserrat de Cataluña.


A principios del siglo XVIII esta Cofradía alcanza una importante prosperidad gracias a su vinculación con los mercaderes de lienzos, que con regularidad les prestaba ayuda económica. Con ello y la aportación de los devotos mejoró su capilla y enseres y pudo realizar estación de penitencia a la Catedral con regularidad.

Sin embargo desde 1761 entra en un tiempo de decadencia, por lo que el gremio se hace cargo del templo y de las imágenes. Y como esta circunstancia se prolongó hasta bien entrado el siglo XIX, la Hermandad dejó de hacer estación de penitencia y se llegó a la venta de pasos e insignias.


Fue en 1849 cuando un grupo de devotos intentó reorganizar la Cofradía, no sin muchos obstáculos, ya que el gremio en principio se oponía a devolver las imágenes y el templo. Finalmente al año siguiente, 1850, se reformaron sus Reglas y, resuelto favorablemente el litigio con el gremio se reorganizó el culto a las imágenes y su salida procesional. En 1851 Gabriel de Astorga restauró la imagen del Crucificado y le colocó ojos de cristal. Además, se recibió como hermandos a los duques de Montpensier y la Cofradía fue adquiriendo el estilo que conserva en la actualidad.

En 1861 se estrena el palio de crestería de plata y el manto bordado por Patrocinio López, y aunque con algunas modificaciones, se afianzó su atuendo de nazareno, de color blanco con antifaz celeste, comenzando a sacar en procesión la Verónica y la Fe.


El Santísimo Cristo de la Conversión del Buen Ladrón es una importante talla de Crucificado realizada entre los años 1619 y 1620 por el célebre escultor Juan de Mesa. Iconográficamente este Cristo supone ciertos avances morfológicos y de concepto respecto al Cristo del Amor, creando el autor aquí una obra muy personal, que se desmarca ya del modelo creado por su maestro Martínez Montañés.

Es ésta una escultura realizada en madera y policromada, de 1,92 metros de altura. Representa a Cristo crucificado vivo, en actitud dialogante, en el instante en el que habla con san Dimas, el Buen Ladrón, que en ese momento está a su lado.


De acusada impronta barroca y expresiva y con importantes novedades compositivas, éste es un Cristo que no cuelga de la cruz al modo habitual, sino que se levanta en ella con fuerza colocando los brazos en una difícil posición casi horizontal. Fijado al madero con tres clavos, su figura aparece inscrita en un triángulo, donde monta el pie derecho sobre el izquierdo dando lugar a un cierto quiebro curvado de las caderas, que se cubren por un complicado sudario de tipo cordífero recogido en multitud de pliegues.

La cabeza, coronada de espinas, se gira suavemente hacia la derecha mostrando un rostro donde se refleja con marcado verismo la gravedad del martirio sufrido; la expresión de los ojos y especialmente de la boca entreabierta acentúan el gesto dialogante de la imagen.


Nuestra Señora de Montserrat es una Dolorosa de autor desconocido, que se ha atribuido indistintamente a Martínez Montañés, Juan de Mesa o a Guerrero, discípulo del primero, sin que hasta ahora se tenga documentación cierta que acredite su autoría. Sea como fuere, estilísticamente se incluye dentro del período del primer realismo barroco, perteneciente al denominado Siglo de Oro sevillano.

De gran calidad y belleza, destacan sobremanera en su rostro de mujer madura sus grandes ojos morenos, interrogantes y angustiados, que miran de forma directa y con absoluta fijeza al espectador. Es notoria también la boca, ligeramente entreabierta, que parece expresar una mezcla entre sorpresa y desolación. Las manos se cree que son obra de Juan de Mesa; son finas y bien acabadas, destacando en ellas el alargado dibujo de los dedos.

Después de los daños sufridos por el incendio de 1899, la imagen fue encarnada de nuevo por Manuel Gutiérrez Reyes Cano, quien le imprimió unos encendidos matices, acordes con el patetismo de su rostro. Una restauración posterior y limpieza le ha devuelto un tono algo más claro.














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