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jueves, 3 de abril de 2014

La Firma Invitada: Miserere a mi Dios Caído


Llegan fechas a nuestro calendario, en las cuales, nos reencontramos con amigos y hermanos cofrades, que solo tenemos oportunidad de ver por estos días…

La Cuaresma, viene cargada de promesas, emociones y nuevas oraciones apasionadas, hacia un Dios que muere dando vida y a una Madre que sufre y llora para ser portadora de todas nuestras súplicas.

Sentado en un banco al fondo de tú capilla, te miro y ¡te veo sufrir tan solo!...¡te veo caer tanto en el olvido, como en la ignorancia, de tantos que dicen conocerte!...

No quiero dejarte solo Señor…no quiero que mi devoción, se quede solo en lo estético, lo visual, en el juzgar la flor impecable o la cera impoluta, en el valorar la chicotá desafiante, o en conseguir la más perfecta fotografía…

No Padre mío, siento que hago el “tonto”, pierdo el tiempo, si mi fe, se queda anclada, en algo que sólo dura un día, o que incuso el fuego pueda destruir…


Cristo que caes, Dios que te me derrumbas… la cruz te aplasta en el suelo por tercera vez, esa cruz que a través del arte, siempre hemos buscado embellecer con metales nobles, carey o piedras preciosas… una cruz que en tantas ocasiones, hemos querido disfrazar o incluso anular de nuestras vidas.

Creo en Ti, en tu redención, creo que tú cruz, es signo y máxima muestra, del Amor de Dios hacia la creación.

Ruego para que los que no compartan nuestra forma de vida, respeten al menos tú cruz y tú nombre, como parte de la cultura de esta tierra, sobre la que existen vestigios ya desde el siglo IV.

¿Cuánto sufrimiento sobrecargamos, al peso de ese madero de tormentos?

No me cansaré de gritar y a la vez, pedir, que no debemos ni podemos permitir que la cruz, que Cristo, que mi fe en ti, sea utilizada como instrumento político…

La fe, es un “instrumento de salvación”, que nos has de acercar a Dios, no acercarnos ni alejarnos, del poder terrenal de los que gobiernan nuestra tierra, utilizándonos unos, para su beneficio y otros, para la mofa…”Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios, lo que es de Dios” Mt. 21,21

Vemos como a día de hoy, Cristo sigue siendo derrumbado y caído a tierra, en la carne de los que mueren por creer en el…

Día a día, nos escandalizamos y denunciamos tantas ofensas que nuestra fe recibe alrededor del mundo, siendo el cristianismo, la religión más perseguida, en países como Pakistán, Irán, Irak, Siria, Nigeria, Camerún, Corea del Norte…y así, hasta enumerar 60 naciones, donde creer en ti, creer en Jesús de Nazaret, te puede costar la propia vida.

De manera más cercana, nos podríamos llamar más dichosos, ya que vivimos en una sociedad libre, democrática, donde si, podemos decir lo que queremos, podemos manifestar nuestra defensa de los derechos primordiales de la creación, pero donde también, no podemos olvidar, que somos ofendidos con procesiones que de laicas no tienen nada, ya que insultan y ridiculizan nuestra fe, donde asaltan nuestros templos, juegan y profanan imágenes y sagrarios, nos acosan con gritos, pintadas, con fuego y artefactos explosivos…

Insultan y violentan a nuestros pastores, por pensar y defender lo que por simple lógica, ha de defender la Iglesia, la vida…

Todo esto te ofende mi Dios, derrumba, aplasta a un Redentor, que después de veinte siglos, ha de seguir cayendo, ha de seguir muriendo…

Pero no…no puedo acusar siempre a los mismos, de que tu rodilla toque la tierra por tres veces…muchos de los que te persiguen, lo hacen, porque no te conocen.

¿Y yo qué? ¿Acaso no soy culpable de verte deshojarte de pena?. ¿Acaso nuestro mundo cofrade, no se hace piedra en tú caminar al Calvario?

Nuevos aires soplan en la Iglesia.

El Papa Francisco, emprendió su pontificado, abriendo puertas y ventanas a la acción del Espíritu Santo.

De él debemos aprender, a que en vez de quedarnos en el juicio externo, debemos mirarnos de puertas a dentro y reconocer nuestros errores y culpas, para dar cuentas de ellos ante la justicia del mundo y nuestros pecados y ofensas, para dar cuentas de ellos, ante la Justicia de Dios.

Quiero meditarte esta Cuaresma Señor, quiero darme de frente con tu mensaje esta Semana Santa, cuando te vea salir en mi búsqueda.

¿Cuánto tengo que suplicar tú Perdón, mi Dios caído? ¿Cuánto debemos aliviar tú dolor, a través de nuestras súplicas? Me veo en la obligación de mirarte y suplicar que me perdones…


Perdón Señor, porque nos rasgamos las vestiduras cuando desde fuera se mofan de nuestras imágenes, y estamos ultrajándote cada vez que rivalizamos entre una cofradía y otra, o nos creemos superiores a los demás. Perdón Señor, porque nos soliviantamos, por la laicidad de un estado, cuando somos incapaces de ser practicante de palabra, acudiendo a los Sacramentos y cultos y de obras atendiendo al necesitado… Cada vez que te alejo con mi soberbia.

Cada vez que no soy capaz de verte, más allá de un antifaz de nazareno y de año en año.

Cada vez que solo soy capaz de oírte acompañado por una banda de cornetas.

Cada vez que mi devoción, está condicionada por la belleza y riqueza de un altar de cultos.

Perdón Señor caído, los cofrades de esta tierra, necesitamos ser constante en la súplica y elevar ante ti, este nuevo Miserere, demandando tú Perdón…

A ti, que por tres veces caes, suplico tú Perdón, por la ceguera que es capaz de producir, una vara de mando, el palo de una trabajadera, el golpe de un martillo, el alfiler de un encaje o el protagonismo de un atril.

Perdón Señor caído, cuando usamos tú nombre, para la búsqueda del poder, por el chisme propagado, por tú Sagrario abandonado, por el Sacramento ignorado, por cada vez que escondemos el hedor de nuestras miserias, tras perfumes, antifaces, costales y corbatas, convertidos en meros disfraces, que cambian el aspecto, pero jamás el alma de la persona.

Perdón Cristo derrumbado, por cada vez que queriendo defender tú nombre, nos convertimos en fundamentalistas que niegan ver al prójimo, en los que piensan manera diferente.

Por las veces, que nosotros mismos, levantamos fronteras que no hacen más que separar y condenar, siempre al más débil.

Ante tu presencia lloro por toda mi culpa.

Desde la más nívea alba del acólito, hasta la más negra sotana sacerdotal, todos estamos llamados a hacer un ejercicio de conciencia y corregir todo aquello que nos aparta de Dios y de los hermanos.

Ojalá, esta conciencia de arrepentimiento y corrección para nosotros, cofrades que somos Iglesia, sea contagiada a todo los estamentos públicos y civiles, que tienen bajo su mando, el gobierno de pueblos y naciones.

Cristo, Amor misericordioso, Dios que siempre esperas, permite que al igual que las Santas Mujeres o la valiente Verónica, seamos capaces de postrarnos ante ti, haciendo frente a toda oposición que encontramos en este mundo, lleno de centuriones, que luchan por apartarnos de tu mirada consoladora.

No podemos ser imagen tuya, si antes no nos convertimos en tus testigos.

No podemos querer ser consuelo, si antes no nos hemos dejado perdonar y consolar por El.

No podemos gritar que lo amamos, si jamás hemos permitido, que actúe en nuestras vidas y nuestra relación con El, se basa en sentirlo durante una semana y el resto del año guardarlo en la cartera.

Dios Caído que todo lo perdonas, tú que abres las puertas del Reino de los Cielos a todos, sin exclusiones ni remiendo alguno, como narra el Evangelio de Marcos: “Hasta los perros de debajo de la mesa, tienen derecho de comer las migajas que sobran al amo” Mc 7,24-30

Porque para todos, estás dispuesto a sufrir, a caer, a morir…

El gran Amor, que derramas con tú Pasión, Muerte y Resurrección, está muy por encima, del concepto que tenemos, de un cielo cerrado entre buenos y malos.

El premio de tú Infinito Amor, supera a todo daño y todo a desprecio, que nosotros, cofrades arrepentidos, te pagamos cada vez que de ti nos alejamos.

No permitas mi Dios, que solo te vea pasar, que solo te vea marchar…

Quédate, necesito tenerte, necesito conocerte, necesito tú Perdón.

José David Muñoz Oliva












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