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lunes, 14 de julio de 2014

La Firma Invitada: Salve, Torreblanca


Presento mis respetos por una hermandad ejemplar que vive y hace historia en un barrio evangelizador.

La distancia no viene determinada por los mapas, sino por las mentes y esas barreras que a menudo nos imponemos para no dejar que la luz nueva ilumine la lúgubre oscuridad en la que nos desenvolvemos tan a gusto. La distancia está en nuestro carácter, no en el camino. Y hoy camino hacia el barrio sevillano de Torreblanca, y hacia el corazón de sus cofrades, que son muchos y buenos. Los estoy sintiendo cerca en este preciso instante, ahora que mi ciudad vuelve a necesitar esas bolsas de sangre reclamadas desde los hospitales y regaladas solo por las personas que saben cuánto cuesta la bolsa y cuánto cuesta la vida.

En Torreblanca estaba la antigua Vía Augusta Romana y allí se bifurcaba para los caminantes que buscaban Alcalá de Guadaíra o Carmona. En las obras de la rotonda, hace ahora unos veinte años, aparecieron monedas de varios emperadores que explican la importancia de este lugar en los tiempos del imperio. No es casualidad que Pilatos ocupe el paso de misterio de Torreblanca, el mismo que preside Nuestro Padre Jesús Cautivo, entregado por Jesús Méndez Lastrucci cuando la Exposición Universal le sonreía al mundo mientras en el barrio se buscaban la vida y la fe a golpe de ilusión, ganando la batalla diaria a su enemigo, el olvido.

En Torreblanca, la del canal de los presos, se han ido forjando las vidas de grandes cofrades bajo el amparo del manto de la Virgen de los Dolores que un día soñó José María Gamero a finales de los ochenta. Son los mismos vecinos y cofrades sevillanos que han agarrado con sus manos los latidos del Inmaculado Corazón.

Es un barrio de Dolores, sí. Y también de alegrías. Pelea Torreblanca meciendo sus dificultades en la cuna de su fe mariana. Y lo hace con esa dignidad de quien se gana a pulso cada pequeño premio. Ha concluido el mandato, en la hermandad de los Dolores, de Luis Miguel González, y es turno ahora para José Manuel Romana –Romana como la Vía Augusta–. Y de nuevo demostrará Torreblanca que todos los días pueden ser Sábado de Pasión. Para eso están sus más de 1.500 hermanos, y las miles de personas que no lo pueden ser pero están en la nómina del corazón de la hermandad. Esta corporación sevillana es más importante que muchas por todo lo que vertebra, organiza, dispone y logra.

Aún me duele en el pecho aquel exagerado torrente de comentarios negativos –muchos de ellos salidos de los labios de los sabihondos más atrevidos de la Sevilla cofradiera– cuando se le ocurrió a la hermandad de los Dolores poner el paso del Señor en el dintel de Santa Marina el 17 de febrero de 2013, en un viacrucis del Año de la Fe que Torreblanca necesitaba como el náufrago el agua dulce. Fueron muchos los interesados en convertir las noticias en polémica, buscadores de un protagonismo que no alcanzan por la vía del sentido común, manipuladores que abrieron su abanico de la maledicencia. El Señor Cautivo se asomó a la puerta para darle las gracias a Sevilla. Pero, claro, era Torreblanca y «querían jugar a los pasitos». Apenas salió a la puerta. Pero no se lo perdonaron.

Aquellos cofrades que «jugaron a los pasitos» son los mismos que todos los días del calendario, mientras usted y yo nos miramos al ombligo de las «cofradías con señorío y mucha historia», se emplean al mil por mil para sacar adelante una hermandad en suelo a veces poco fértil. Son los mismos que cada Semana Santa ponen su orgullo morado y blanco al servicio de la fe desde un barrio que miramos con distancia porque nuestra ceguera nos llena el cerebro de prejuicios. Son los mismos cofrades, pero a menudo con un evangelio más limpio, con muchas hojas arrancadas en peleas para que se marcharan de allí. Son los mismos cofrades, pero con más mérito.

Salve, cofrades de Torreblanca, que entregáis en cada donación vuestra sangre a chorros. Torreblanca de los Caños de Carmona, y de los caños de amor por el prójimo que hacen grande a un barrio. Y a una Hermandad. Salve, cofrades de Torreblanca, valientes portadores del estandarte de la fe y del compromiso real. Salve, valientes, por hablar sobre el adoquín y la realidad social, no en las barras de los bares.

Hoy no tengo espacio en el corazón para la imaginería más brillante, para los bordados de mayor calado historicista y artístico. Hoy no tengo hueco moral para los siglos y las cofradías que han vivido cientos de estaciones de penitencia por las calles de la ciudad más hermosa del mundo. Siento la necesidad de mirar más al fondo que a las formas. La hermandad de los Dolores de Torreblanca es una hermandad de fondo. Y de fondo común diocesano.

Torreblanca es la respuesta –solo una de ellas– a muchas preguntas sobre la utilidad y la necesidad de nuestras cofradías. Además de una respuesta, es un ejemplo.

Ahora estrenan Hermano Mayor, aunque estrenen cada día ilusiones nuevas, compromisos y desvelos. Hoy, con este artículo, quiero ponerme en pie. Porque es un barrio con clase, con esa clase de cofrades capaces de mover y conmover, que de eso se trata. Es el barrio de los Santizo, cofrades hasta la médula que encienden la mecha de nuestras oraciones y apagan los calendarios para que volvamos a nacer cada Semana Santa. Es el barrio de la verdad ante tanta mentira.

La hermandad de los Dolores de Torreblanca tiene en su seno, además, a un nutrido grupo de jóvenes que son referente de compromiso cristiano. Ejemplo para chavales que ven dentro y fuera del templo un modus vivendi que va más allá de un entorno a veces hostil, complicado, que solo entiende quien lo vive, quien lo sufre.

La fe se hace grande en Torreblanca. Y la hermandad de los Dolores también. Un grupo de cofrades, tan cofrades como los que más y, por supuesto, con más mérito que la mayoría, sale al tajo de defender y propagar la palabra de Dios todos los días en un barrio sevillano que hoy levanta sus casas muy cerca de una antigua vía romana. Hoy deberíamos levantarnos desde el corazón de Sevilla –el corazón geográfico, claro– para presentar nuestros respetos a los hermanos cofrades de allá, los que edificaron su vida alrededor del canal de los presos. No olvidemos que en el paso de misterio de Torreblanca es Jesús quien está preso.

Como cofrade sevillano presento aquí mis respetos por una hermandad ejemplar que vive y hace historia en un barrio evangelizador. Porque siempre que les parten la cara ponen la otra mejilla.












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