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martes, 16 de septiembre de 2014

La Chicotá de Nandel: Me siento viejo


Treinta y un años camino de los treinta y dos. Para algunos media vida, para otros casi media. Para unos ya un hombre, para otros un casi hombre o hasta un chiquillo. Para mis amigos el de siempre, para los que me odiaron o me odian, y esto si me gusta, el más templado adversario que han podido tener. La calma de los años es buena para saber aceptar derrotas y tomarse con tranquilidad las victorias.

Nunca fui una persona de centrarme en una meta, más bien abarqué hasta más de lo que podía y eso quema, pero en las rachas buenas también es mucho lo que se recoge.

Mi percepción de la vida fue cambiando por las etapas vividas. Siempre intenté tender una mano, y valoré al que donaba algo sin publicarlo en ningún papel escondiéndose en la palabra grandiosa ANÓNIMO. No fui nunca anónimo porque lo que dije quizá alcanzó más eco que otra voz que hubiera dicho algo parecido. Se me acusó de muchas cosas, pero como he dicho antes... Para mis amigos soy el de siempre, y ellos están contentos.

El que ha vivido como yo desde la cuna la Semana Santa sabe, que siempre hay una nueva puerta o un nuevo camino que se pone a tiro. Eres sobrio de hacer lo que te plazca, cruzar el umbral, dar el paso, o centrarte en lo que estás haciendo, o lo que estás viviendo. Señal por otro lado que te llena plenamente.

Algunas cosas me llenaron muchísimo, pero siempre busqué una nueva sensación. Intenté experimentar en nuevos campos, y sin embargo, te das cuenta que mientras tu eres feliz con un ratito, hay quien en las hermandades no es feliz si su nombre no aparece todos los días, todos, resaltado en luces de neón.

Dimití de una Junta de Gobierno como todos los que dimiten, por razones personales. Qué bonito sería que las razones personales se pudieran explicar. ¿Se imaginan?

  • He decidido presentar mi dimisión porque al nacer mi hijo quiero disfrutar de todas las noches de él con mi esposa y no perder un solo minuto, por ahora, en nada que no sea la familia.
  • Presento mi dimisión irrevocable puesto que la persona que ocupa el puesto “tal” me avergüenza como hermano por su actitud, o tal hecho, Tras pedir que se cese viendo que nadie comparte mi postura, y todo el mundo piensa contrariamente a mis ideas de lo que es bueno o malo para la Hermandad, palpo que mi camino no es el suyo y decido irme.
  • Yo como capataz, o yo y mis ayudantes, presentamos la dimisión en nuestro puesto mandando en el paso de tal Titular, porque este tercio de la cuadrilla la tiene tan envenenada que esto es una manzana podrida que no podemos ya arreglar. O nos vamos porque nos están haciendo la cama tal y tales señores, y no estamos a gusto. O no se valora nuestro trabajo. (Hay quien lo ha dicho ¡Ole!)
  • Presento mi dimisión como Hermano Mayor de la Hermandad, puesto que mi voz no sirve de nada, manda fulanito, que se quede fulanito que yo me voy, no seré Hermano Mayor de paja.
  • Dimito como representante del Grupo Joven en la Junta de Gobierno, puesto que no me siento preparado para dar una formación cristiana a los miembros del mismo. Visto que tampoco hay nadie en la Junta que tenga formación cristiana alguna, antes de irme escuchen mi petición de buscar a alguien para que la juventud presente en la Hermandad no llegue a lo que son a día de hoy ustedes, peñistas con recursos económicos, terreno donde hacer comidas y acompañarlo con bebidas, y realizar una estación de jarana y algarabía el día de salida de la Hermandad.


¿Se imaginan qué grandeza y qué pureza? Por esto me siento viejo.

Me siento viejo porque el otro día en la Misa que festejaba digamos... El cumpleaños de una Reina, de una Imagen Sagrada, una Madre para muchos... Me trajo a la mente aquellos años en que yo corría por la Iglesia y era inquieto en brazos de unos padres que no podían conmigo, vi la misma imagen en los niños allí presentes, con los padres secándose el sudor y resoplando por tanta vitalidad en sus hijos. ¡Vitalidad y Alegría en la Hermandad!

Me trajo a la mente días en que no se cogía por los pasillos bajo los arcos de la Iglesia del Santo Ángel porque era la Fiesta de Regla de la Hermandad, o el día de Ella, o el día de Nuestro Padre. El otro día tristemente por lo único que no se podía estar, porque coger se cogía perfectamente, era por el calor, y el ambiental, no de Hermandad.

Me siento viejo, recordando aquellos ensayos de costalero fueran donde fueran. Mi vitalidad no es la misma a día de hoy. Me veo como el jugador que juega en la primera división más en un banquillo que en el campo, pero que cedido a un equipo de segunda donde recibe más cariño se templa y juega como jugaba el mismo Zidane.

Me siento viejo cuando me hacen las mismas preguntas de siempre. ¿Qué pasó con esto Fernando? Cuéntame, que tú lo sabes. A veces ya ironizo, pero no cuento, porque me siento cansado, aburrido de algunas cosas que me hacen sentir que tengo ochenta años.

Me siento viejo cuando me cuentan que un amigo de los de siempre ya no volverá más por la Hermandad, ya que ha dejado esa parcela que habitaba dentro de la misma (al no ser hermano), y deja de pertenecer a una cuadrilla, a un coro, a una banda, con los años que hemos pasado juntos viéndonos cada año... Y sé que el año que viene ya solo quedo yo, él no aparecerá y cuando mire al lado, solo veré a personas a las que les soy indiferente, no tengo la misma relación, o directamente esperan que yo tome la misma decisión que aquel que se acaba de marchar.

Y hay que seguir viviendo. Hay que seguir latiendo con las vivencias pasadas a cuestas, claro está, esperando otras nuevas, porque... ¿Saben? Aquellos niños que jugueteaban por la Iglesia me hicieron rejuvenecer un poco. Quizás, me dieron otro impulso para que no deje tantas y tantas cosas, por ese cansancio que me hace sentirme viejo.

Me siento aún más joven cuando hay personas que aún te llaman, no para que les cuentes, si no, para que opines de algo, porque saben que dirás la verdad, tu opinión, y esa opinión a ellos les interesa. Que ni les gusta o les deja de gustar, pero le es válida para tenerla en cuenta.

Me siento viejo para crear debates, pero me veo muy joven para enfrentarme a los mismos, con la verdad, la mía, la vivida o la que pienso, MI VERDAD. Y mi verdad también me concede otra oleada de hálito para seguir, porque hay gente que aún quiere charlar sobre lo bonito que es ser costalero, o los años tan buenos que pasamos, o en qué se ha estrechado todo.

Esta Semana Santa, tan del mundo futuro que es hoy, si la oteamos con los ojos con que yo la miraba en los comienzos de mi primera decena de edad... Con tanta tecnología, y lo que ha ayudado o entorpecido, con tanta técnica... Con lo que ha ayudado, pero simbolismos y emociones, o sentimentalismos también ha abolido. La economía envidiable, donde hay Hermandades que son Capitán General, y hay otras con cuentas en rojo, agujeros por todos los lados y precisamente estas, son las que ayudan a la gente de sus barrios y a las personas que piden... Casi ya una limosna para comer o vestirse.

Me siento muy viejo para mentir. Me siento muy anciano para callar. Me siento contento con quien soy, porque los que me rodean me hacen sentirme orgulloso de mí mismo cuando veo en sus ojos reflejada mi sonrisa. Pero mi juventud, en la Semana Santa, en la música, o en el camino que me quede por comenzar a andar, será una juventud como si de 15 años fuera, y a cada paso retrocederé días en el calendario y tendré ganas de dar otro paso más, porque los que nacimos en una Hermandad, en la Semana Santa, somos los que al final cuando el futuro vuelva a ser pasado, quedaremos.

Alguno pensará que con la labor de tierra quemada que se está realizando en determinados sitios, yo, él, o algún amigo que se le pase por la cabeza, no podrá volver aunque quiera porque ya no habrá nada. Al que le gusta esto, aunque lo que fue suyo desaparezca en manos inútiles, volverá a sembrar en otra tierra fértil, y a parte de sus manos, cogerá como utensilios principales para trabajarla a los que son como él, los que ya se vieron con él en esa faena anteriormente, incluso, aunque no haya sido mano a mano en la misma tierra, pero todos nos juntaremos, y cuando ya las nuevas generaciones que salgan de nosotros nos hagan sentirnos viejos de verdad, hablaremos de ese futuro presente, y nos acordaremos y contaremos el pasado, para que todos sepan la historia de nuestra Semana Santa. La que nosotros vivimos, no la que otros contarán.

Me despido aún más joven desde que el domingo, día de la Cruz, mi Hermandad de las Penas de Santiago tiene al frente de la misma a un amigo, un HERMANO DE LA HERMANDAD DE TODA LA VIDA, de los que saben QUÉ ES LA HERMANDAD, Y QUÉ DEBE SER.

Ganó en unas elecciones donde era único candidato, no ha habido valor tras la gestión nefasta, o no han encontrado quien de la cara... Los del otro bando me refiero. Ese bando, al cuál quizá le hablara más directamente Don Jesús Casero cuando habló a los hermanos en la Iglesia de Santiago, en compañía del Consiliario, y dijo que QUERÍA HACER HERMANDAD. Que no prometía quizá bordados, ni patrimonio, pero sí, que fuéramos una Hermandad grande todo el año, no solo grande el Domingo de Ramos.

La categoría de las personas se demuestra en determinadas ocasiones, o se acentúa mejor dicho, y así, la mujer del Hermano Mayor saliente, al tomar la palabra Casero, fue la única persona que de los 131 presentes (125 con derecho a voto), intentó abandonar la Iglesia, quedando retratada entre la risa y la sorpresa de todos, ya que la Iglesia estaba cerrada hasta concluir el proceso electoral. Tubo que escuchar usted, señora, unas palabras que no quería, pero espero que al escucharlas, o coja la puerta definitivamente, o se quede, para hacer Hermandad, puesto que usted como su grupo, no acepta por lo que se ve esta derrota (ya que no aplaudió ninguno y las caras llegaban al suelo).

No veo yo derrota de nadie, la Hermandad ha ganado claramente. Quien no quiera pertenecer a una Hermandad, que se vaya. Y a otros les diría, que antes de entrar en Juntas de Gobierno de nuevas hermandades, paguen en las que ustedes fueron siempre hermanos (ya que luego, se quedan sin votar). O a lo mejor, es que van a hacer como otros, y se van a olvidar de su Hermandad de toda la vida, por otra “con más nombre”.

Fernando Blancas Muñoz












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