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viernes, 24 de octubre de 2014

El cáliz de Claudio: Los amigos


Hoy toca dar un paso atrás en mis palabras. Sin embargo, no crean que voy a firmar un arrepentimiento, concediendo un armisticio porque no va de eso este trago largo del cáliz. Es un paso atrás para recordar el horizonte de otros días, las palabras de otro tiempo, las sonrisas que lo justificaron todo. Un paso atrás para recordar a los amigos, a los que son y están; a los que nunca lo fueron ni se les espera, mejor que el sorbo sea de otra copa rota.

Hoy no toca hablar de empalagos ni de los almíbares de lo políticamente correcto. La política la hace el hombre por el mero hecho de serlo, de escudarse bajo una máscara para vivir en sociedad. Y, en el mejor de los casos, para quitársela y recibir de frente la embestida caliente de quienes prefieren una realidad edulcorada que, aun equidistante de la verdad, es más llevadera que la denuncia que se bebe la realidad con su escozor de sangre y lágrimas, de incomprensión asumida cuando el tiempo te va venciendo desde el mismo día en que naciste.

Lo que toca es concitar a quienes se quiere porque a ellos -que te soportaron como en realidad eres- les es debida la sonrisa cuando el ánimo no se insufla. Es muchísimo más que el paraje descorazonador, en ocasiones, de las cofradías, porque esas cofradías se relativizan ante la realidad que es otra. Y ellos, siempre están allí.

Y, en esa realidad, proyectados para vivir en sociedad, el grupo, la comunidad se reduce a unos pocos nombres y voces que te acompañan en el camino que has de transitar, prácticamente, solo entre charcos y arena. Entonces, un mensaje, una llamada, un instante compartido se convierte en un tesoro valioso que cuidar.

La memoria es una amante caprichosa. Por eso, este puñado de líneas solo pretende fluctuar por nubes invisibles para que, cuando en mitad de la noche las fuerzas desfallezcan, la palabra siga intacta. Como si nadie hubiese tocado esa ilusión de la primera vez que nos estrechamos la mano. No somos muchos, pero sé que sabéis de qué estamos hablando.

Blas Jesús Muñoz










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