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lunes, 13 de octubre de 2014

La Saeta sube al Cielo: Ser Cristiano, de los de verdad


En el ambiente actual, se vive una vida muy agitada y creo que hasta la queremos así y procuramos que sea así. Nos cuesta pararnos, huimos del silencio y no nos planteamos cómo vamos, cómo va nuestra vida, si somos felices y procuramos hacer felices a los demás.


Nuestra cultura en la cultura inocente, en la que los deseos son derechos, en la que no hay pecado y cada uno es libre para vivir a su aire o antojo, como si todo dependiera de nosotros y de nuestra voluntad.

Pero no podemos olvidar que Dios es uno y único, que nos ha creado inteligentes y libres, y nos ha hecho responsables de nosotros mismos y de nuestra vida, de quiénes estamos siendo y cómo estamos viviendo. Él mismo nos demuestra que no es fácil ser coherentes y fieles a nuestra propia identidad, sólo hay que echar un vistazo a la vida y obra de Jesús: Él personifica la verdad, el amor y la vida de Dios, y precisamente por esto vive rechazado, perseguido y amenazado.

Aunque nos cueste, y ahí reside el mérito, no nos deben asustar las grandes exigencias. Lo peor que podemos hacer es pactar con la mediocridad, la tibieza, la comodidad… Es una carcoma que respeta lo exterior pero roba la consistencia en lo interior, de este modo podemos llegar a ser sólo pura apariencia. No es fácil, pero, en nosotros sólo vale ser veraces y auténticos.

Me llama mucho la atención que en el Evangelio nos cuentan cómo Jesús tiene con los grandes pecadores una misericordia y una delicadeza extremas, pero se enfrenta y ridiculiza a los que presumen de justos y no lo son. Está claro que nosotros solos no podemos, necesitamos más cercanía al Señor, más intimidad con Él y la clave, desde mi punto de vista, es el entusiasmo, la entrega y la sinceridad con que debemos procurar vivir nuestra identidad cristiana.

Como conclusión opino que debemos convencernos de que un mundo sin Dios, inventado por el hombre, es un mundo ficticio, es el mundo de la pretensión del hombre, pero que no es real y lo ficticio desemboca siempre en la decepción. Hoy, como siempre, ser cristianos de los de verdad requiere sostenerse y sostener la ilusión, la generosidad y la fe.

Estela García Núñez









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