La figura del mamporrero siempre ha existido y no solo en el ámbito equino. Los hay más finos y delicados, pero son lo que son aunque lo vistan de seda o lo escriban en papel de periódico. Al buen mamporrero le gusta su trabajo, pero no le gusta que le digan lo que es porque la sociedad no está preparada para asumir que, al poderoso, hay que hacerle la pelota para conservar y medrar en su trabajo.
Al mamporrero le gusta también la figura del besahuevos. Va a hacer una entrevista a un concejal o a un directivo de cofradías y hasta se relame con sus preguntas pactadas y con el realce que les va a dar al filtrarlas, que es lo mismo que contar lo que a uno le interesa pero con más barniz.
Al mamporrero le pone cachondo meter opinión en las noticias para que la información salga como a él le interesa y la gente opine lo que él quiere que opine. Al mamporrero no le gusta contar la verdad porque la verdad puede que le perjudique y además, no vende periódicos. Aunque ya esas ventas sean más testimoniales que reales.
Al poderoso se la sopla el mamporrero y juega con ventaja porque sabe que si se rebela lo echa y vendrá otro mamporrero más joven y vigoroso y con más ganas de hacer su trabajo.
Juan Antonio Martínez Aragón