Blas Jesús Muñoz. Es la voz de una generación que miró al horizonte que va más allá de las trabajaderas, la misma que dirige a los hombres que han hecho, de un amor inmenso, su oficio, su origen y su fin. Es la imagen que representa a quienes nos sentimos llamados por Ella, por Él, y decidimos hacer de la oscuridad que se mete en la parihuela un modo de vida, una forma personal de entender las cosas. Es el rostro serio, responsable, de quien observa y calcula el avance del paso, el milímetro de cada vuelta, el momento de cada marcha, la palabra que alienta cuando el paso arrea (porque, no se equivoquen, arrea con fuerza y cargamos con el peso metafísico de nuestros temores, deseos y esperanzas), la mano que aprieta firme el llamador de nuestros destinos. Es un hombre, un capataz, un nombre que engloba a muchos otros. Es Luis Miguel Carrión, es Curro, es el capataz de una generación.
Hoy tomo la voz prestada de quienes hemos sido partícipes de este sueño. Bendita locura que, en singular o plural querido Curro, nos ha costado incertidumbre, incomprensión, pero también la felicidad inmensa de hacer lo que nos gusta. Es un legado, una herencia y un regalo que a mi se me queda en aquellos domingos al final de los ensayos del Desconsuelo. Entonces, casi como un niño, sentía la felicidad de hacer lo que me gusta, de sentirme costalero por encima de cualquier otra faceta de mi vida. Y eso, te lo deberé siempre a ti.
Casi nunca los reconocimientos llegan en el momento preciso. Tarde, pronto o, directamente, no vienen. A ti te llega, probablemente, en el momento de la madurez. Los reconocimientos, de una u otra manera, nos entierran un poco en vida, pero no te apures porque el capataz -como el costalero, como el torero-, nunca deja de serlo por más que se corte la coleta. Lo que uno es está ahí siempre y, aunque crea lo contrario, el veneno reaparece cuando uno no lo espera y la piel y el alma se llenan de savia, de vida que nos empuja al destino para el que fuimos llamados.
Eres el capataz de una generación, el capataz que me enseñó a ser costalero , nuestro capataz. Ahora, también, Cofrade Ejemplar, aunque para mí lo fuiste desde el principio.