Blas Jesús Muñoz. "Tengo que confesarte algo. He encargado una imagen mía, de tamaño natural, a un imaginero y decidido que el día de mi 45 cumpleaños la voy a sacar en procesión extraordinaria. La voy a llevar, en lugar de a la Catedral -ahora que está tan de moda y los cofrades parecen haber descubierto oro en Alaska-, a un mítico y antiguo bar del centro (Carrasquín, por ejemplo) donde llevo parando toda la vida. Seguro que se me ofrecen tres capataces, cuatro bandas, diez cuadrillas, cuarenta acólitos, ocho hermandades que aun no han sacado nada en extraordinaria para organizarlo y salgo en todos los medios y lo mismo me quieren convocar un cabildo para decidir y espero que, también, haya hasta uno de aguas".
¿Les suena a broma? Pues imaginen como le sonó a un servidor -antiguo alumno salesiano- la salida extraordinaria de Don Bosco. Antes, hace veinte años, por don Bosco había Misa en el polideportivo y chocolate. Era un día de fiesta y todo estaba perfectamente realizado, aunque no te quedara otro remedio que acudir, pues eran las normas de la casa. Aquellos actos parecen desfasados, insuficientes sin una buena extraordinaria que llevarse a la boca. Tanto está de moda que si no sacas un santo de paseo no eres nadie.
No descarto que de aquí a diciembre de 2015 veamos camino de la Catedral a los fundadores o fundadoras de todos los colegios concertados de la ciudad, así como a esos santos que completan el título de muchas hermandades cordobesas. Si no salen perderán su sitio y nunca serán Trending Topic ni tendrán 1500 me gusta en su estado de Facebook y se perderán la fiebre de bandas, capataces, rumores, desmentidos y confirmaciones y demás momentazos que trae consigo un acto de ese calibre. Eso sí, lo extraordinario será cuando, por causa del tiempo, alguien no salga en procesión. El mundo al revés.
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