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martes, 2 de diciembre de 2014

Enfoque: El juego caníbal de las bandas


Blas Jesús Muñoz. En demasiadas ocasiones, no miramos más allá de lo que tenemos delante y, aunque los árboles son frondosos, somos incapaces de ver que las raíces están enfermas. Algo parecido sucede con las bandas. Lo que se ve es un escenario rutilante de focos bien iluminados y un auge incesante. Mientras que, cuanto hay detrás de ese escenario, no son sino penumbras y sombras que tiñen su futuro de incertidumbre. 

No sólo es un problema de Córdoba. No hay que tirar de localismo barato en una sociedad globalizada y conectada. Es un problema tan antiguo, casi, como el de los ciclos expansivos y restrictivos de la economía a los que, cada cierto tiempo, sobreviene una crisis que te deja bajo cero y te pilla en chanclas y manga corta. Si alguien tiene una manta o un jersey, se tapará como pueda y pasará el cruel invierno. Si no tienes más arma que tus playeras, lo siento compañero.

Nada más que en la capital cordobesa hay formaciones, casi, para cubrir un día completo. Si a ese factor le sumamos la ingente oferta que existente más allá de nuestra frontera, cualquiera puede contratar a una formación que no desentone a precio de outlet. El problema radica en que, si los demás bajan el precio, el resto deberá tomar inevitablemente el mismo camino y ahí vendrá la crisis de los tulipanes.

No hace ni una década el precio de una banda de música de las contrastadas era, cuanto menos, prohibitivo para muchas hermandades. Y las asequibles se te iban cifras que rozaban el dispendio y el disparate. Eran los felices 2000, mucho menos glamourosos que los ´20 donde se paseaban, Gatsby por Long Island o Farfán por aquella feliz Sevilla. Los dosmiles fueron más mercantilistas y más copleros.

Ahora, los hechos empiezan a demostrar que pagar uniformes, locales de ensayo, multas si practicas al aire libre, instrumentos, desplazamientos.., cuesta dinero. Y la caja ya no se rellena tan fácilmente como antaño. Ahora, la economía es de guerra y la contienda no ha hecho sino empezar. Ahora, ser músico, para algunos, es casi como pertenecer a la estirpe sagrada de Yahvé. Ahora, el futuro de muchas bandas está en juego. Y, aunque se nieguen a verlo o no se atrevan a decirlo, por desgracia, de su salvación mañana depende la destrucción de algunos de los que ahora están. 

El juego caníbal de las bandas ya ha comenzado. Un juego que comienza bajando el caché en mil euros y acaba con ofertas de 2x1 o cobrando en especie con desplazamiento y bocata para los músicos. Lo próximo, quién sabe, un cupón descuento vía mailing.









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