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viernes, 5 de diciembre de 2014

Verde Esperanza: Los “Nicola Parvus” de las Cofradías



Hoy les vengo a hablar sobre un espécimen que pulula por nuestras Hermandades. Supongo que en otras ciudades también existirá, voy a tratar de describirle a él y a sus comportamientos y ustedes me dicen. Lo he denominado el “Nicola Parvus”, el “Pequeño Nicolás” en latín, que siempre queda resultón para denominar a la fauna y flora. Observarán muchas similitudes entre lo que les describo y el fantasmilla este que ha dejado con los pantalones bajados a media España.

La primera característica y quizá la más reconocible es el afán de protagonismo. No importa cómo, a costa de quién o para qué, su único objetivo es sobresalir por encima de los demás. Y si para ello tiene que dar codazos o pisar a alguien, no duda. Ya se sabe que quien no es capaz de brillar con luz propia suele dedicarse a apagar las del resto a base pedradas. Le gusta abusar del traje de chaqueta, lo primero es siempre la apariencia, ¡faltaría más! Estirado, prepotente, y mostrando una aparente capacidad para sentar cátedra en lugar de hablar.

Normalmente son personajillos deambulantes o nómadas, como ustedes prefieran. Es decir, no tienen Hermandad fija, sino que van de aquí para allá, de flor en flor, a ver por dónde pueden sacar cabeza, a ver qué Junta de Gobierno es más débil para “atacar”. Muchas Hermandades tienen carencias, es innegable: de gente para juntas de gobierno (aunque sea para hacer de florero), de capataces, de pregoneros… El “Nicola Parvus” es listo, que no inteligente, y sabe detectar muy bien dónde está el eslabón débil de una Cofradía, para situarse ahí en seguida y hacerse notar, mostrándose como la panacea para todos los problemas.

Básicamente, y ajustándose al dedillo con el símil que he elegido para describir a estos cofraditos, son, en esencia, impostores. Capaces de engañar a cualquier cargo y hacer ver que son unos iluminados que necesitan protección. Se pueden pasear hasta con medallas distintas de diez Hermandades, ¡o veinte! Y son capaces de no sentir nada, o casi nada por ninguna de ellas. Se hacen pasar por cofrades ejemplares, pero en cuanto se escarba un poquito y se levanta el polvo superficial… se ve la triste y vacía realidad de su ser cofrade. Así, demuestran su incapacidad en una Cofradía, y en seguida salen en busca de la siguiente, esa es su rutina vital. Lo cierto es que, en mi opinión (quizá haya excepciones), no sienten el complejo significado que encierra el término Hermandad, y el estar en entornos cofrades con tanta asiduidad no repercute en sus vidas significativamente en una dirección cristiana.

            Mi consejo: cuidado con quién se acerca a las Hermandades y especialmente a las Juntas de Gobierno. Es muy fácil elaborar un discurso con palabras bonitas y apariencia de veracidad, y adentrarse en las rendijas que cualquier Cofradía puede tener, ocupando espacios (cargos) que sin duda otros merecen más. Especial miramiento hay que tener con los cargos claves de una Junta de Gobierno, que son los más jugosos para ser “ocupados” por estos especímenes. Que cualquiera no vale para estar en las Hermandades…

José Barea













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