Qué alegría ver y saber de la necesidad de mantener alguna comunicación entre bandos, y que el denominador común sea la paz. Me encanta.
Qué alegría de saber que nadie esperará fuera, reptando como el viento frío de la noche, al acecho, para saltar por sorpresa y morder con sus dientes de cuchillos. Cómo me gusta.
Qué alegría saber que nadie buscará la boca de nadie, para después acusarle, qué alegría saber que mis enemigos ya no lo son, y que a pesar de saber que no soy de noble cama, que no dispongo de familiares adinerados, a pesar de eso me aman de corazón, me escucharán y podré decir mi parecer en libertad y confianza entre mis hermanos. Cómo me agrada.
Que ya no es necesario que desde la intemperie mire con atención como otros disfrutan del placer de estar en su casa impidiendo que los demás entren, y que desde ahora voy a ser bien recibido, por todos los que allí moran, y abrazado y abrazando seremos todos felices. Qué placer.
Qué satisfacción, ya no existe ogro alguno, que nunca pensará que vengo de abajo, que solo va a pensar en mí como su hermano, que me dará el calor de sus manos, cuando el frío me pueda, que me dará su ropa para poder abrigar el frío invierno. Cuánta calidez en este lugar.