Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero
secretamente, por temor al sanedrín, pidió autorización a Pilato para retirar
el cuerpo de Jesús. Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo. Fue también
Nicodemo, el mismo que anteriormente había ido a verlo de noche, y trajo una
mezcla de mirra y aloe, que pesaba unos treinta kilos. Tomaron entonces el
cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas, agregándole la mezcla de perfumes,
según la costumbre de sepultar que tienen los judíos. Jn 19 38-40
He depositado delicadamente tu cuerpo en un lecho de flores, para
purificar tus heridas con silenciosas plegarias. Superado el miedo que me
atormentaba, he recogido tu divinidad martirizada, para bendecir tu cuerpo con
el bálsamo de mis oraciones en una eucaristía de lágrimas y envolviéndolo en el
sudario de mi alma para darle sagrada sepultura.