No piensen mal y no vayan por el tema de la droga de la semana pasada. Esto que hoy les traigo es oro puro. Dinamita. Titadine en forma de trueque fenicio. Las cofradías son así, primero empiezas cambiándote el terno, la túnica y el escudo... y el día menos pensado has cambiado a tu padre, madre, primo, tía, abuelo, nieto... y hasta a tu propia mujer por un camello, aunque el que te ofrezca el trueque sea de una religión que, aunque sea de las tres del Libro, no es precisamente la tuya.
Esto que les cuento, cualquiera que lo vea desde fuera lo percibe. Desde dentro ya es brutal. Si se trata de un martillo la locura alcanza cotas que sobrepasan de largo el delirio, pero ¡No, nos engañemos! Aquí las culpas de nuestros males se las hemos vertido al mundo de abajo como chapapote porque esos que se ponen el costal de invidente son una subespecie, no merecen nada. Yo me incluyo entre ellos, aunque la arpillera no me impida la visión. Y, durante años, mientras veías a devotos con la felpa del Arrebato por costal, tenías que soportar que te llamaran de todo. Lo primero que sales por deporte sacro y, en consecuencia que ni crees ni nada que se le parezca. Qué digan lo que quieran.