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domingo, 11 de enero de 2015

La Semana Santa de Córdoba en tres Imágenes de Mujer


Blas Jesús Muñoz. Se podrían incluir todas, qué duda cabe de que la devoción es tan subjetiva como cada sujeto y, por ese mismo motivo, estas líneas recorrerán tres rostros, tres imágenes que, de un modo u otro, resumen parte de la devoción mariana de la ciudad.

La primera de Ellas es una de las obras cumbres de la imaginería de todos los tiempos. Obra póstuma de Juan de Mesa y Velasco (cuya autoría se mantuvo en la bruma del anonimato durante casi tres siglos), el grupo escultórico de Nuestra Señora de las Angustias nos traslada a una dimensión distinta del espacio-tiempo. El rostro de la Mujer que retoma a su Hijo en el regazo guarda una analogía inseparable con la fase primera de la maternidad primera, cuando el niño busca la protección de la madre y, ahora, la Madre es quien busca la Protección en el cuerpo yermo del Hijo. Carne y lágrimas devueltas a la vida de la escena barroca que Juan de Mesa llevó a su grado máximo de impacto ante los ojos que se posan ante ella.

Conocida hasta principios de los años ´70 del pasado siglo como María Santísima del Mayor Dolor, el anonimato de su autoría no impide o, quizá, lo hace más proclive aun, que la Virgen Nazarena cause un impacto profundo tanto ante el devoto como quien la descubre por vez primera. Su mirada parece buscar en la etérea línea celeste comprensión o explicación ante tanto sufrimiento, ante los días que se fueron y no vendrán, ante la antinatural muerte del Hijo, precediendo a la de la madre. Un impacto brutal que habla de respuestas sutiles que se hallan en el espacio donde solo cabe la fe.


La obra cumbre de Miguel Ángel González Jurado (en mi opinión), con probabilidad no será la mejor a nivel técnico del imaginero, pero sin duda -de las imágenes, propias y ajenas, contemporáneas-, María Santísima de la Caridad se erige en un referente incuestionable. Una caída terrible en sus párpados, en su mirada vencida, dan cuenta de un ensimismamiento que se explica en el sufrimiento interior y místico que prologa los momentos centrales de la Pasión, cuando la muerte torne el sufrimiento en su grado más extremo.

En tres rostros, el recorrido por la Semana Santa se hace intenso, crudo, patético y lírico.











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