Blas Jesús Muñoz. sonaron los acordes del himno de España en el interior de la Magdalena y los asistentes se pusieron en pie. Tras los primeros sones, la Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús en su Sagrada Cena acometió el Himno Eucarístico y, con ese detalle simbólico mantenerse en pie ante la realeza de Cristo, comenzaba el IX Pregón del Costalero que organiza la Hermandad de la Sagrada Cena.
Uno, que fue parte porque con los amigos siempre se es, durante algo más de media hora admiró embelesado a David Simón Pinto Sáez pronunciar su alocución. Una dicción que desgranaba no solo verdad, historia y conceptos del ser del costalero, sino una emoción antigua.
"¿Dónde dejas a los que hoy llevan más de veinte años formando costaleros? A Curro, Fede, Carlos Herencia o a Javier Romero. ¿Ya no recuerdas a Pepe Fernández, José Luis Ochoa o Morillo-Velarde? Imposible que no recuerdes a Fernando Chiachío, que te hayas olvidado de él. Capataz del Calvario, Mayor Dolor, Nazareno, Villaviciosa e incluso de San Rafael. Qué cuadrilla".
Una emoción reflejada en los ojos de una mujer, de cierta edad, que tenía al lado y que, durante gran parte de la prosa y del verso de David, no pudo contener las lágrimas. Pues el pregón no solo alcanzó al costalero, sino que tocó a todo cuanto le es necesario. Las madres, por ejemplo.
"Lloro, aunque tú aún no me entiendes,
Por querer entregar a la Virgen el fruto de mi vientre,
Sin percatarme de que mi ofrenda se convierte,
En sacrificio y soledad penitente.
Pero, hijo, no llores tú por mí,
Que mi lágrima y mi pena me convierten en hija honrosa,
Que está escrito. Que todo ha de venir,
Lloro por tener lo que una vez pedí,
Ser de costaleros, madre y esposa"
Los aplausos y el sentimiento se sucedieron en un pregón que muchos querrían firmar y que pocos pueden escribir o pronunciar. Ya les dije, al principio, que era parte implicada, pero la verdad tiene un camino y ésa se escuchó y sintió anoche en la Iglesia de la Magdalena.
"Que cada costalero trabaje en conciencia,
Que cada uno cargue con su propio peso,
Que no perdamos nunca la inocencia,
De la primera igualá, chicotá, o el primer relevo,
Que es duro este trabajo,
Nadie ha dicho que no debiera serlo,
Pero no olvides que fue la Providencia,
La que a ti, cordobés, te igualó para ser su costalero"
Recordatorio Enfoque: Una calle para los Sáez