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domingo, 19 de abril de 2015

Candelabro de cola: Semblanza


Aún me queda el regusto en el paladar de haber vivido una gran Semana Santa. Y mira que no parece cosa fácil cuando uno sigue las cada vez más frecuentes polémicas surgidas en el ámbito cofrade (normalmente relacionadas con el mundo del martillo y del costal, cómo no) de las que se hacen eco tanto este medio como otros y que a mí, particularmente, ya han dejado de enojarme para causarme total aburrimiento. Supongo que estas buenas sensaciones que nos quedan vienen, sobre todo, corroboradas por el aumento casi general del número de nazarenos en casi todas nuestras Cofradías: esperemos que este hecho no sea flor de un día y que las Hermandades tomen conciencia de que, si de verdad quieren ser grandes, deben continuar mentalizando al personal de que el nazareno es la persona clave de nuestra Semana Mayor y no el último escalafón jerárquico de la Hermandad. El tristemente fallecido Manolo Preciado utilizó una expresión para definir a su equipo (tratando de levantarle la moral en su día) que a mí me van a permitir tome prestada para calificar a la figura del nazareno: Los nazarenos en las Cofradías no son “la última mierda que cagó Pilatos”.


No ha sido esta una Semana Santa que se recordará por los estrenos de gran calado, aunque estos hayan ayudado, en la mayor parte de los casos, a continuar un proceso de dignificación de los diferentes guiones procesionales… aunque haya Hermandades señeras –sobre todo del Jueves Santo- que parecen tan confiadas en la belleza de sus Sagrados Titulares (que la tienen, qué duda cabe) que parecen haber olvidado que la Cofradía en la calle abarca desde la cruz de guía al último miembro de la banda de turno. Esto es: cuentan túnicas de nazarenos, insignias, orden en el cortejo, la conducta de los nazarenos en las calles, los pasos, el floral, etc… Y aquí, curiosamente en las Hermandades que se cuentan como las más antiguas, se aprecian, salvo contadas excepciones, una despreocupación total y absoluta por mejorar lo que se tiene. Y créanme que tienen margen de mejora (como todas, por otra parte), aunque hay que ser capaces de verlo evitando caer en los brazos de la autocomplacencia. Que haya Hermandades que apenas cuenten con 25 o 50 años de antigüedad y que en materia de patrimonio le den mil vueltas a las centenarias es para hacérselo ver.

Por primera vez en mucho tiempo me siento satisfecho con los instantes vividos. También con la certeza y alegría de saber que hay potencial para ser mucho más de lo que somos: no me engaño ni quiero engañar a nadie. Lo he visto con mis propios ojos hace apenas quince días. Quizá nos falte creérnoslo un poco, estar abiertos a críticas que nos valgan para animarnos a realizar posibles mejoras, así como perseverar en la educación y formación de la juventud que se acerca a las Hermandades.



Marcos Fernán Caballero







Recordatorio Candelabro de cola





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