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domingo, 19 de abril de 2015

La Feria de los Discretos: Una vela a Dios y otra al Diablo


Luce el tiempo pascual en la ciudad. El cielo descubre un intenso tono azul. Córdoba se despereza de nuevo de su habitual abulia. Mayo está cerca. El Patio de los Naranjos es un paraíso para los sentidos. El azahar, aunque en parte ya ajado, continua perfumando y dando aroma al ambiente. Las gentes encuentran un rincón de paz. Los foráneos, ávidos por conocer la singularidad del edificio principal del recinto. Los nativos, unos presurosos para asistir a los actos de culto catedralicios, otros gozando del ambiente que nos brinda la primavera. El ruido de las aguas de las fuentes se hace música en los oídos, al igual que el piar de gorriones y vencejos. La calidez, cada vez más próxima al bochorno, que nos brindan los rayos solares, nos relajan de tal grado, que nos hace reflexionar sobre lo divino y lo humano.

El hombre siempre busca, obvio y normal, la mejor posición para sí mismo. Nadie, o muy pocos, prefieren vivir en este mundo de forma gris y anodina. Todos quieren alcanzar una relevancia, que no siempre está al alcance de nuestra mano. Hoy la modestia y la humildad se están perdiendo como valores fundamentales. Lo que priva es destacar, aunque para ello se utilicen instituciones para alcanzar los objetivos primarios de cualquier ser humano. 

Una de estas instituciones, que se utilizan como rampa para nuestra promoción personal, son las cofradías. Muchos llegan con el solo objeto de figurar, de aparentar, de salir en los daguerrotipos, de codearse con la cúpula, de asistir a actos oficiales vistiendo trajes italianos y corbatas de seda, en ocasiones de dudoso gusto. Es el momento de gloria, efímero en la inmensa mayoría de las ocasiones, del que engrosa la lista de una cofradía sin saber en el fondo en qué lugar está y, sobre todo, cuál es su fin fundamental, que no es otro que la protestación pública de la fe católica con lo que ello conlleva.

Por eso choca que muchos que ocupan, o ocuparon cargos, o puestos relevantes, en nuestras hermandades hayan decidido dar el paso de iniciar una aventura política. De un tiempo a esta parte, no hay nada más que darse una vuelta por las redes sociales y comprobar que lo mismo se pone una vela a Dios y otra al diablo. Gente de cofradía, y por tanto de Iglesia, alineándose con formaciones políticas que, no solo son contrarias a los valores y principios de la Iglesia Católica, sino a la propia institución misma con una postura anticlerical y laicista que raya en el odio y el deseo de aniquilación de la Iglesia a la que pertenecemos.  Lo grave no es esto, que ya de por sí lo es, sino en engrosar listas y candidaturas para consistorios, entidades autónomas o incluso a cortes generales.

Ese es el nivel que tenemos en nuestras cofradías. Lo mismo se reclama en un cabildo general de hermanos realizar estación penitencial en la Santa Iglesia Catedral que se firma un manifiesto para expropiar la mezquita de Córdoba a la Iglesia. Sea todo por nuestra soberbia que querer destacar a costa de cualquier cosa. 

Escrito está en el evangelio de Lucas (16,13). "Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se allegará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas." Lo que es lo mismo. Poner una vela a Dios y otra al demonio.


Quintín García Roelas









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