Las Cruces han dado para mucho. Trabajo y celebración, sobre todo, lo primero para el cofrade que, casi siempre aporta más a la ciudad de lo que recibe de ella, aunque su afán no persiga el reconocimiento, sino entregarse por una causa que es la suya más allá de condicionantes, clichés y honores varios que sólo deberían rendirse en los altares a la hora de la Misa.
Y, a la mitad del trabajo, los amigos aparecen y la charla parece desprenderse del olor de las flores, de la música potente o del olor a comida. Los recuerdos recientemente vividos asaltan la conversación y,de repente, una frase certera rompe la dinámica de estos días y te devuelve a la reflexión en la que te hallas imbuido desde hace meses o, quizá, años. "No quiero que digan de mí que soy buen costalero, sino un costalero honrado".
En esa sentencia hay tanta verdad como en la faena de un torero, expuesto a a la suerte de la testuz del astado. Una verdad lanzada al socaire de las experiencia de tantas décadas sin ver en Semana Santa más luz que la que brota en el interior de la parihuela, donde la trabaja será es sol y Luna, pasión y sacrificio. Una certeza que los años de sufrimiento y brillo en los ojos te otorgan como tu único legado posible.
Durante un rato me habló de ello. Pues se puede ser buen costalero, practicar con pulcritud la técnica, conocer al detalle cada solución en el momento precisó de la chicotá y, aun con todo, no ser un costalero completo. La honradez va más allá del oficio en estos tiempos en que todo parece el fruto de una competición delirante por mostrar las cualidades propias, olvidando, cómo no, el sustrato verdadero de lo que nos trajo hasta aquí.
Personalmente, les aseguró que vestiré mi túnica mientras tenga fuerzas para despertarme cada mañana y que, tampoco, dejaré nunca de echar de menos la textura de la arpillera porque son términos complementarios. Personalmente, creo que mi amigo llevaba razón al asegurar que prefieren que digan de él que es un costalero honrado antes que buen costalero.
Blas Jesús Muñoz
Recordatorio El cáliz de Claudio