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sábado, 30 de mayo de 2015

Enfoque: Inestabilidad entre los capataces


Blas Jesús Muñoz. Corría el mes de abril de 2014 (hace un año y un mes), cuando concluida aquella Semana Santa comenzábamos a informarles sobre las primeras dimisiones y destituciones de capataces cordobeses (Angustias, Cena, Piedad, Calvario, Mayor Dolor en dos ocsiones, Penas de Santiago, Silencio, Santa Faz, Resucitado, Dolores, Encarnación...). Números -si quieren hacerlos- y nombres que dan cuenta de cómo en el plazo de trece meses y medio una cofradía puede prescindir de más de un capataz o de como el titular del llamador puede llegar al hartazgo.

En cuanto a las destituciones (se prefiere el término, políticamente correcto, de "cese", si bien no es del todo correcto ni a nivel semántico ni a nivel de lo que en verdad se está realizando), las menos aunque alguna sí que ha habido, han sido para mejor y, en 2015, comenzamos a ver los frutos o la ostensible mejora.

No se nombran las positivas para que, los más sensibles capataces y allegados que pueden llegar a ser legión y formar brigada, las negativas o de encefalograma plano no sientan que se les hace de menos. Si bien, se hace preciso reconocer que el cambio en algún caso solo sirvió para ver más de lo mismo y, tal vez, evitar un prolongado problema de afinidad entre el capataz anterior y los dirigentes de la corporación en cuestión.

En otros casos, el cambio fue palmariamente a peor. Cuadrillas desestructuradas (o su equivalente meridiano, sin gente), poca fuerza, poca capacidad técnica y un conjunto de detalles que dan razón a la máxima de que en esta ciudad todo sale y todo entra.

Respecto a las dimisiones, unas parecieron ser la antesala de la destitución, otras por obligación y alguna por honradez, hecho este último que habla bien de quien toma la decisión en un tiempo en que, en ninguna parcela de la sociedad, prácticamente nadie está dispuesto a asumir su responsabilidad, aunque ni si quiera le sean imputables los acontecimientos.

En definitiva, en poco más de un año se viene a demostrar eso de que los capataces son parecidos a los entrenadores de fútbol y su cabeza siempre está acariciando la hoja afilada de la guillotina. El problema es que siempre hay alguien dispuesto a hacérselas de Robespierre.


@BlasjmPriego








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