Decía Churchill que la democracia es el peor de los sistemas de gobierno,
exceptuando todos los demás. Es una afirmación que siempre me ha llamado la
atención y que comparto en gran medida. Y es que la democracia, con todos sus
fallos –como que el voto de cualquiera valga lo mismo, cuando algunos deberían
convalidar como ½- es el sistema más justo de gobierno y de toma de decisiones,
sea en el ámbito que sea, por supuesto también el cofrade.
En casi cualquier cabeza cabe que los encargados de tomar decisiones en
el seno de una Hermandad han de ser elegidos por el conjunto de hermanos de la
corporación –en ocasiones un porcentaje de ellos muy escaso del total-. Además,
a priori, puede parecer conveniente que exista más de una candidatura con el
fin de que se produzca un enriquecimiento proveniente del intercambio de ideas
entre distintos puntos de vista de cofrades comprometidos con su Hermandad.
¿Leen la afirmación inmediatamente anterior? Pues es como si le estuviera usted
contando un cuento de hadas a su pequeñ@: es un mundo de fantasía y golosinas
totalmente alejado de la realidad, palabrería bonita y barata pero vacía de
contenido.
La realidad es bien distinta. Todos conocerán distintos episodios pasados
y otros de radiante actualidad de actuaciones circenses en esta relación
extraña entre política y Semana Santa. Elecciones que huelen a cerrado, otras
que llegan a anularse, victorias de candidaturas que se aplauden de forma
vomitiva en Basílicas como si se tratara de un gol en el último minuto de su
equipo, campañas electorales con eslóganes, lemas, blogs, twitters, facebooks y
demás parafernalia absurda, incluso llamadas de teléfono a los hermanos para
“informar” –ya podían dar conmigo, que suelto un revés que ni Nadal-,
candidaturas que pierden y se convierten en oposición radical, demostrando mal
perder y falta de valores democráticos y cofrades… Todo lo que les he relatado
son situaciones reales, y seguro que alguna más me dejo en el tintero.
Bochornoso, al fin y al cabo.
Es una pérdida total de rumbo y del sentido cristiano que ha de tener sí
o sí una Hermandad. Las campañas electorales son auténticas luchas encarnizadas
por el poder, donde comienzan a aparecer tics de la política tan peligrosos
como manchar al otro candidato para limpiarse uno mismo, o culpar de todo al
antecesor para justificar la propia incapacidad de solventar problemas en el
caso de que ya se esté en el “gobierno”. El gasto de recursos humanos,
tecnológicos o lo que fuere que utilizan algunas candidaturas quiero pensar que
no costará capital económico que bien podría ser invertido en otros fines más
adecuados, aunque algunas Hermandades capitalinas funcionan más como
multinacionales que como tal, así que qué más dará gastarse un 20% del dinero
que ingresa la corporación en un día en chorradas de campañas electorales.
Actualmente, lo que está generando la existencia de dos o más candidaturas
–algo que debería ser perfectamente lícito, incluso sano como comentaba
anteriormente- es odio, envidia, dimes y diretes. En el fondo de la cuestión, y
dejando de lado el gran detalle de que son circunstancias que van en contra de
nuestra religión, es un gasto de energía inútil que bien podría ser aprovechada
para algo más productivo. La mejor campaña y programa electoral que, a mi
parecer, podría presentar una candidatura es el de escoger bien a las personas
que van a desempeñar según qué cargo durante cuatro años, darlas a conocer y transmitir
capacidad de entrega a la Hermandad y a los Sagrados Titulares por encima de
todo. Es decir, aproximadamente unos dos minutos de campaña electoral.
Si antes citaba a Churchill, ahora toca hacer lo propio con otro líder de
masas con el que ha crecido esta generación tan iluminada que entra en sucias
disputas de poder en el seno de una Hermandad –me cuesta hasta escribirlo, pero
es la cruda realidad-: Homer Simpson. Si fuéramos hombres mágicos, del país
feliz de la casa de gominola de la calle de la piruleta, o lo que es lo mismo:
si fuésemos cofrades cristianos formados en la fe, con una conciencia
democrática bien formada y con un compromiso personal destinado a mejorar
nuestra Cofradía por encima de intereses personales, entonces y sólo entonces
estarán legitimadas la coexistencia de candidaturas y la democracia como forma
de ejercicio de poder. Ahora, por lo que a mí respecta y a razón de lo que
percibo, una Junta Gestora al menor indicio de desviación de la senda cristiana
solucionaría muchos problemas, y todo el mundo miraría qué actuaciones realiza
y cuáles no para acceder a una Junta de Gobierno, y posteriormente para llevar
a cabo la toma de decisiones. Y por supuesto, y ha de ser la enésima vez que lo
afirmo, camiones cargados de formación cristiana y cofrade, igual así la casa
de la gominola de la calle de la piruleta deja de ser una utopía y se convierte
en un poquito de realidad. Urge, de corazón se lo digo.
José Barea