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lunes, 1 de junio de 2015

Enfoque: Las propuestas que interesan a la nueva izquierda


Blas Jesús Muñoz. Hubo un tiempo en que algunos activistas de la izquierda, entendida como dogma vital que acaparaba la existencia, respetaban el hecho religioso como lo que significaba, un hecho incuestionable que se remonta a los tiempos en que el hombre comenzó a dar rienda suelta a su capacidad cognitiva, a tener conciencia de su propia muerte y, por ende, buscó un sentido a su presencia en el mundo. Algunos, que no todos, no veían la solución en faltar al respeto a quien hace profesión de su fe, etc.

Eran otros tiempos. Entonces las medidas contra las cofradías, probablemente, eran más brutales que una simple declaración de intenciones de no acudir en representación a la procesión que corresponda (así se ahorra la circunstancial cara del político de turno), como si en ello se hallara la piedra filosofal programática de la verdadera izquierda. Con menos retórica, que hay otros problemas reales.

Propuestas y preocupaciones que van más allá de lo intrascendente, cuando de lo que se trata es de restaurar edificios con cierto valor histórico y, claro está, si es un templo se llevan las manos a la cabeza por sufragar parte del mismo.

Al aderezo se le une su buena dosis de charlatanería de lo que se haría con ese dinero o con el templo si ellos lo gestionaran. Se obvia convenientemente la labor que desempeña la Iglesia a nivel asistencial o las propias cofradías, sin interrogarse -tremenda casualidad- de lo que sería de muchas personas si esas instituciones no se encargarán de ellas, como a nuestros regentes de lo público parece que se les olvidó hace bastante.

Ejemplos de gestión los hay a pares, de monumentos dejados a su aventura y de fuerzas políticas que se suman a lo "nuevo" cuando su camino está plagado de cadáveres. Mientras para los nuevos, lo importante es acabar con la Semana Santa. Política de altura y cofrades de mayor aun, pues los que tienen la oportunidad y el foro para hacerlo, de momento, callan no sea que llegue la hora de arrodillarse.










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