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viernes, 5 de junio de 2015

La Espada de Damocles: No pain no gain


Ayer jueves, fue uno de esos que brillan más que el sol. Brilló en Sevilla, brilló en Toledo, brilló en Granada… En Córdoba se nubló, no por la ausencia del sol, sino por la falta de esfuerzo y de entrega. Córdoba es una ciudad cómoda, no por su tráfico, ni su trazado, no, por nada de ello. Es cómoda por sus gentes.

No voy a criticar hoy su Corpus, sobre él ya sabéis mi opinión, voy a criticar su complacencia. Pregunta: ¿Cuánto dinero habrá generado en esas ciudades que he nombrado la festividad de Corpus? Pensadlo, mucho ¿verdad? ¿Cuánto turismo genera una ciudad como Sevilla, Toledo…? Esas preguntas me las hago yo constantemente, pero lo que no logro comprender es cómo Córdoba con todo su pasado, sus monumentos, su historia, sólo se conforma con darle valor y explotar la Catedral. Tenemos unas ruinas en Medina Azahara muertas de risa, un museo arqueológico vacío de visitantes, del museo de bellas artes no hablo, porque no destaca más allá de estar al lado del de Julio Romero. Un Gran Teatro vergonzoso, no por su arquitectura ni por su decoración, sino por las comodidades que ofrece. Imagínense que son turistas italianos que se animan a comprar unas entradas para una ópera cualquiera, y que en el descanso no se ofrecen en el foyer ni unos míseros sofás y que el bar no sirve nada más allá de una cerveza de lata con vaso de plástico. ¿Qué opinarían ustedes ante eso?

Córdoba, aunque dejada por sus propios inquilinos, es algo más allá que un puente denominado romano (de romano le queda el nombre, descansará el arquitecto con lo que hizo) y una Mezquita antigua, Córdoba son las parroquias fernandinas, son los hermosos conventos que integran su entramado urbano, son sus calles escondidas, son sus barrios populares, son sus termas, sus murallas, sus restos arqueológicos, Córdoba es todo eso y más. Pero Córdoba no explota nada más allá de tres monumentos básicos, y tendríamos más si no los hubiéramos derruido por encontrarlos inútiles, como el antiguo coso de Tendillas, en viejo Ayuntamiento, el conjunto arqueológico de Cercadilla, las puertas del Colodro y Puerta Nueva, y tantas cosas que desechamos y que algunos notamos en falta. ¿Por qué nos cuesta tanto esforzarnos tanto por nuestra ciudad? Si a eso le añadimos que tradiciones como las glorias, la feria, las cruces o el Corpus han llegado a tocar fondo, ¿De qué esperamos presumir de ciudad cuando salgamos más allá de esa frontera que separa la cutrez de la vagancia?

Lo que está claro es que a Córdoba le hace falta ser tomada en serio como una ciudad con mucho que ofrecer, mucho más allá de los patios y los suvenires referentes a los arcos polilobulados de esa nuestra querida y más que explotada catedral. A Córdoba le hace falta iniciativa, y no conformarse con el mínimo, sino buscar el bien y el desarrollo que ofrece, y que es tomado con escepticismo. Solo digo una cosa cordobés de a pie, lo que tú hagas por ella será lo esta ciudad sea en el futuro, eso sí sin esfuerzo no hay recompensa.

Antonio Maya Velázquez














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