Atrás quedó la semana pasional. Ha sido hora de hacer balances. De cerrar polémicas y también de crear otras nuevas. En condiciones normales ya se hubiera cerrado el ejercicio. Los pasos cubiertos por sus fundas de madera o textiles, los ajuares de nuestros palios en la fría exposición de las vitrinas y una vez todo en orden comenzaría la cuenta atrás en espera de una nueva semana de gozo. Eso sí, para nuestro consuelo, a todos nos gusta ver un paso en la calle, entraríamos en época de las glorias y demás advocaciones letificas. Pero hete ahí que la Diócesis ha considerado que el 775 aniversario de la consagración de nuestro primer templo, merece un broche de oro y se ha organizado el evento que se ha dado a llamar "Regina Mater" (Procesión Magna Mariana).
La efeméride bien merece un gran colofón y esta procesión magna, en la que participarán las imágenes marianas de mayor devoción de la capital y provincia, aunque haya importantes ausencias, es una ocasión única que permitirá a Córdoba dar testimonio público de fe en el primer templo de la ciudad. Repito la idea es única. Posiblemente tarde en repetirse algo similar, ya conocemos lo reacios que son algunos a salir de su feudo local, por lo que el acto, repito, no tiene parangón. Lo malo es que en su organización pueden repetirse errores cometidos en el pasado, que si bien, se trata de poner remedio a ellos, las soluciones pueden ser más perjudiciales que beneficiosas para el magno acontecimiento.
La organización ha pretendido cerrarlo todo. Y no me refiero al acotamiento del sin par marco urbano compuesto por las calles Diario de Córdoba, San Fernando, vulgo la Feria, y la Cruz del Rastro, que de por si lo único que traerá será una mayor incomodidad del público, local y foráneo, que pretenda acceder al trayecto oficial situado en el paseo de la Ribera, Triunfo y Torrijos. Tampoco voy a entrar en vestuarios, ya sea de acompañantes o costaleros, aunque pienso que el costalero puede convertirse en un auténtico sufridor con las altas temperaturas que se prevén en este verano recién comenzado. Sería conveniente hacer acopio de búcaros y cantaros de La Rambla, porque el liquido elemento será vital para el buen trabajo de costaleros, hombres de trono o porteadores.
Cuando estas líneas vean la luz, ya se habrán producido traslados de devociones marianas de la provincia, a los templos donde serán acogidas y desde los que partirán para derramar sus bendiciones el día señalado. También se habrá producido otro que nos resulta extraño y de compleja explicación.
Cuatrocientos metros y unos cinco minutos andando se tarda desde el Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta hasta la iglesia fernandina de Santiago, de donde se ha dispuesto que la patrona de las cofradías cordobesas y copatrona de la ciudad, inicie su caminar en el magno acontecimiento. ¿Qué ha llevado a los organizadores a tal despropósito? ¿Ajustes de horarios? ¿Otras causas prácticas que desconocemos y que no nos han sido explicadas? Las causas que se argumenten son y serán artificiosas y peregrinas. A la Virgen de la Fuensanta se le rinde culto desde el siglo XVI en su Santuario y desde allí desde donde debe de iniciar su andar hacía el primer templo capitalino. El que lo haga desde la fernandina iglesia de Santiago no deja de ser un pastiche que seguramente servirá para cuadrar 'relojes' y horarios a los que se sientan en la vieja, hoy remozada, casa de la calle del Lodo, que así ningunearan las historia de Córdoba y el Santuario.
Quintín García Roelas