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domingo, 6 de septiembre de 2015

El cáliz de Claudio: Hipócritas


Miramos el mundo desde la ventana que nos ofrece la televisión, desde el papel de un periódico gastado o desde el código binario de un ordenador que nos conecta al mundo, casi siempre, respetando nuestra más estricta soledad. Observamos los acontecimientos con la naturalidad pasmosa de la costumbre bárbara que nos conduce al improperio o al hastío profundo de ver noticias iguales que ya ni sorprende ni se espera.

De repente, un niño aparece muerto a la orilla del mar, de la playa de la vida que ha sido sesgada de raíz y, una imagen, lo cambia todo. El impacto es profundo en la línea de flotación de occidente. Pero el occidente de este mundo es tan hipócrita como sus gobernantes, los mismos que no actúan si no es por reacción, por temor al qué dirán como sucedía en las sociedades cerradas donde la apariencia victoriana era su clave de sol.

Les confieso que, mientras mi hijo dormía su siesta con la inocencia de su corta edad, ver a otro niño con menos suerte que él (por haber nacido en el sitio equivocado), me hizo apartarme del televisor, preso de una mezcla inexplicable de ira y desesperación. Nunca soporte la injusticia y, tal vez, en más de una ocasión eso me ha llevado a defender causas, a todos mis pequeños niveles, que sólo me han dejado problemas.

Ahora, días después, cuando la rabia y el llanto silencioso flotan en esta misma sala de estar sigo recordando esa imagen atroz e incomprensible y pienso en ese padre, en ese hombre, que lo ha perdido todo. A su mujer y a sus hijos en un mar que se atraganta con las miserias humanas y que quizá merecería volver a su remanso, sin vida inteligente que lo atosigue con su crueldad infinita.

Puede que lleve o no razón al pensar que mostrar esa barbaridad sea necesario para que el mundo despierte. Y, a sabiendas de que no lo hará, al menos le quedará mala conciencia. Pienso en quienes han dejado y dejan su piel y su existencia por los demás, en los miles de católicos que lo hacen y se les pretende negar el pan y la sal. Pienso que a una sociedad tan hipócrita no le queda nada del sustrato que se le supone y que mil imágenes así sólo servirán para seguir creando costumbre.

Blas Jesús Muñoz






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