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domingo, 20 de septiembre de 2015

El viejo costal: Vergüenza torera, es lo que le sobra a mis hermanos


Cuando añadimos el adjetivo torera a la palabra vergüenza, estamos señalando el pundonor y la necesidad de actuar superando cada unos de nuestros miedos y restaurar las cosas a su estado normal, superando cada uno de nuestros miedos.

Miren ustedes a los toreros con vergüenza, y como se mantienen dignos, a pesar, e independientemente de la actuación que estén teniendo en la plaza, y llegando a veces a pesar de estar heridos, a continuar sobre el albero hasta dignificar con su templanza la faena, sea buena o no tanto.

Toreros son nuestros costaleros, a los que desde el silencio, se les piden siempre hacia la hermandad entrega absoluta, dedicación plena, esfuerzos tremendos, que no se rindan por el calor, por el frío, por el agotamiento, por las dificultades existentes; otras veces, las dificultades generadas por las personas que rigen y mandan nuestras hermandades. 

No por las que gobiernan, que gobernar es, componer y arreglar, y digo mandan, que es generar una orden al súbdito, imponer un precepto, clara diferencia.

Las más de las veces son mandados, y no quiero señalar que las indicaciones del capataz, se entiendan como mandato ni gobierno, son indicaciones para evitar que desde la ceguera de las gualdrapas, los costaleros puedan “distinguir” los obstáculos que les señala la garganta del capataz.

El capataz imparte técnica, fijando un estilo, algunas veces, fijado desde las instancias que  mandan o gobiernan en las cofradías y más que mandar es parte de la misma cuadrilla, los unos son píes, el otro, ojos.

He visto y sufrido en mis propias carnes, al salir de debajo de un paso esa mirada, caída, templada, fría, de quien estando más allá del límite de sus fuerzas, se le ha preguntado ¿Qué como vamos?, y con un apunte de felicidad, con serenidad en gestos y mirada, contesta “bien, bien”, pero los que sabemos de esto, tenemos muy claro que lo que le hace dignificar su trabajo, menospreciando el dolor y el agotamiento, lo que le hace un maestro de templanza, no es ni más ni menos lo que hasta ahora hemos venido llamando vergüenza torera.

Y hasta este punto todo es poco menos que normal, pero desde hace un poco de tiempo, vengo notando que las instancias que mandan en las cofradías quieren exigirles a los costaleros otro tipo de esfuerzos, otros sacrificios, el silencio y la obediencia ciega además de su peculio, (peculio: Hacienda o caudal que el padre o señor permitía al hijo o siervo para su uso y comercio. Dinero que particularmente tiene cada uno, sea o no hijo de familia).

Quieren su peculio y su ciega obediencia, pase lo que pase, hagan lo que hagan, callados, los quieren obedientes, los quieren que además de su trabajo y esfuerzo, paguen. 

Esfuérzate y paga, compórtate, hazlo a mi manera, y para finalizar y terminar de asar la manteca, se miran las listas y se seleccionan los costaleros afines o no afines, moda recientemente iniciada por una de las juntas de mandato más destacadas de esta vieja ciudad de Córdoba.

Yo he sido costalero varias décadas, y nunca viví estas necesidades de los que mandan, antes no había quien mandara en las Hermandades, las gobernaban, y a las Juntas de Gobierno nunca tenían tiempo de fijarse en la idea de que obligatoriamente el costalero ha de ser hermano y pagara su papeleta de sitio, estaban gobernando, no mandando.

Y vamos sumando otro tipo de característica necesaria en los costaleros de la actualidad, obediencia ciega, esfuerzo máximo, afinidad con los que mandan, el peculio de su bolsillo, su voto en las elecciones, y su apoyo incondicional en sus demenciales ordenes las más de las veces, todo, y si no, revisaran las listas y a dedo determinaran los que son merecedores de este lugar privilegiado, quitando los molestos costaleros que además de pensar, y como hermanos que son, (obligatoriamente), manifiestan sus opiniones, que nunca serán asumibles.

Si en mi juventud esto hubiese sido así, no podría decir en la actualidad “yo fui costalero”, ya que la economía de mis padres no hubiese permitido el pago de varias cuotas de hermanos, el pago de varias papeletas de sitio, y por la educación recibida de ellos no me hubiese permitido el servilismo a este tipo de gente, haciendo lo que en la actualidad hacen.

Las hermandades deberían considerar la posibilidad de la existencia de una única papeleta de sitio para los costaleros, válida para todas las cofradías de ese año, dejando el dinero el costalero en su hermandad, y sirviendo de pies a tanto como titulares quiera, que necesiten de su colaboración y trabajo.

Haciendo más fácil, en estas épocas de crisis, que alguien deje de salir como costalero por la falta o escasez de dinero, que todos entiendan, que dentro del claustro oscuro de las guadrapas de un paso, los que van, van entregando un sacrificio considerable, para que alguien desde la comodidad de una poltrona, quiera eliminar su ayuda, a dedo, o por cuota.

Que las cuadrillas de costaleros  además de padecer los mandatos incoherentes de las juntas, la selección de capataces, la destitución de los mismos, las peticiones de cuotas, papeletas de sitio, etc, a pesar de todo, se presentan año tras año, y asumen una labor penitencial absolutamente voluntaria que realizan su labor con envidiable templanza. 

Ellos han aprendido además a despreciar el dolor, a asumir los despropósitos, a guardar silencio, y demuestran con su trabajo, que tienen lo que le falta a los que mandan “vergüenza torera”.


Antonio Alcántara










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