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jueves, 3 de septiembre de 2015

Enfoque: Un llamamiento a los cofrades


Blas Jesús Muñoz. A nadie escapa que ha llegado la hora. No son tiempos tranquilos y, sinceramente, ni se les espera. En cambio, la situación requiere de gestos valientes, de símbolos en torno a los cuales unir la poca o mucha fuerza que podamos tener y demostrar que lo nuestro es de nuestra propiedad. Una obviedad, llamémoslo redundancia, necesaria en un momento donde se ha hecho de la estulticia ataque y no podemos permanecer impasibles ante el caos ignorante que se nos plantea.

Poner de relieve el piragüismo en los actos de la Velá de la Fuensanta es tan estúpido como innecesario y viene a demostrar la categoría que atesoran nuestros representantes (entiéndase el tono irónico, Señora concejal). Sacar a la Virgen, en torno a la cual órbita la fiesta es una provocación más, anudada a una especie de infertilidad intelectual o moral que atestigua en lo que se ha convertido esta Córdoba de la que tantas veces me avergüenzo.

Sin embargo, ante una posible respuesta cañí o absurda (ustedes eligen) que me invite a irme si no me gusta, ya les advierto que no me voy, que un servidor no huye y protestará en este desierto de palabras hasta que se canse (y nunca me canso ni tengo suficiente). Podrán acusarme de haber criticado todo lo criticable a las cofradías. No me arrepiento y, a mi juicio, era justo. Lo que nunca he hecho es atacarla. La crítica, al menos eso he intentado, siempre lleva una propuesta de solución que no tiene por qué ser válida. Sin embargo, el ataque a las cofradías que comienza a fraguar su trinchera de menosprecio no se puede consentir.

El llamamiento a los cofrades, el de unirse este domingo en torno a su Patrona, ya se ha hecho por parte de quien se tenía que hacer. Y les invito a que se unan, a que se alce la voz una vez más luchando de la manera que lo sabemos hacer, llenando las calles, la Catedral y demostrando que nuestra lucha es tan grande, tan necesaria porque nos defendemos con la fe, con el simple hecho de venerar pacíficamente a Dios y a su Bendita Madre. No es palabrería, sino una necesidad que nos acucia. Mi mano, nuestra mano está tendida a quien la necesite para defender lo que todos los cofrades queremos. Nuestro espacio, sin más, aquello que nos pertenece por derecho propio.










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