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viernes, 25 de septiembre de 2015

La Espada de Damocles: Políticamente incorrecto


Soy de las personas que intentan no criticar casos concretos. Nunca me he sido degustador de condenar con nombres y apellidos, por ello siempre he criticado de una u otra manera los lastres de los cofrades cordobeses: egoísmo, hipocresía, incoherencia y dejadez.


Pero, y sé lo que me esperaba al escribir en Gente de Paz, lo que nunca me imaginaría es que por mi forma de pensar, y no temo a los desaires pues escribo con mi nombre completo, se criticara a todo lo que a un servidor rodea.

Córdoba es una ciudad puñetera, es una ciudad que cuesta cogerle las vueltas, porque nunca sabes por dónde te va a salir. Aunque uno a eso con el tiempo, se acostumbra. Pero uno se cansa de ver como por dar su opinión y ser contraria ésta a la de otros, ya debes ser acribillado por la opinión pública, las palabras no tienen más peso o valor que la que le dan aquellos, y si por decir lo que pienso se ofenden algunos lectores, no será porque digo barbaridades, será porque se ven reflejados en las cosas que critico.

Intento ser coherente con mis palabras, cumpliendo todo lo que creo debe hacer un católico, pero el problema, es que el ojo acusador acecha, y parece que la sola vez del incumplimiento de una de esas cargas morales, es razón suficiente para ser acribillado. Y por ello uno se cansa.

Cuando empecé a escribir lo hacía con cierto sentido doctrinal-pastoral, pero los frutos de tal hazaña son escasos, y siendo objetivo, nulos. Ahora, por circunstancias que la inmadurez de épocas pretéritas me hace arrastrar hasta el día de hoy, debo, con cierta prisa, dar un vuelco a mi vida y poner en orden unos pilares que comencé a forjar sin mucho orden. Por ello mi permanencia en Gente de Paz, aunque deseada porque disfruto sintiéndome partícipe del noble mundo de las cofradías, debe ser sin más dilación, finalizada.

Muchas veces me han dicho que me he cebado con temas muy puntuales, pero es que ver que un coche se dirige a un precipicio, da coraje, y cuando mi solución sería cambiar el rumbo, otros a mis ojos, sólo ralentizan la marcha, abocándose así al mismo destino. Y cómo soy joven y no creo que tenga edad para ganarme más enemigos de los que pueda mantener, ni más amigos de los que hacen falta, creo que la decisión no es desacertada.

Con mucho gusto de haber compartido estos sentimientos con ustedes, me despido. Y recuerden, se debe escribir no para gustar al lector regalándole la vista, sino para no pasar desapercibido por decir lo que otros no se atreven. Gracias.

Antonio Maya Velázquez











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