Blas Jesús Muñoz. Los últimos acontecimientos con respecto a las cofradías por parte del gobierno municipal parecen mostrar un intento de acercamiento, al menos, por parte de la Alcaldesa, Isabel Ambrosio.
Desconocemos si el mismo obedece a un intento sincero de acercar posturas o, por contra, se trata de una mera cuestión de estrategia política que viene a compensar las tormentas de verano agitadas a cuentas del crucifijo, el cuadro de San Rafael, el Museo Cofrade o la "tasa" de la Policía Local, entre otros.
Lo que ha resultado evidente es que, en torno a dichas polémicas, la voz de Isabel Ambrosio nunca se escuchó. Por contra, alta y clara la de miembros de su gobierno por las que se disculpaba, toda vez que se reunía con el Presidente de la Agrupación de Cofradías, prácticamente, tres meses después de tomar posesión del cargo.
Tras semanas de tensión creciente, ahora llega una calma y un posicionamiento dialogante del que se debería ofrecer hechos como, por ejemplo, la participación en la imposición de la Medalla de Oro a la Virgen de la Esperanza, la renovación (al menos en igualdad de términos que el anterior) del convenio con la Agrupación, etc.
Así nadie podrá pensar que Ambrosio sigue una estrategia predeterminada que consiste en dejar que ataquen sus subordinados para, después, situarse ella en una centralidad con la que pretendiera ganar adeptos, mientras los resta del partido con el que gobierna.
