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viernes, 16 de octubre de 2015

Enfoque: La Ciudad de la Esperanza


Guillermo Rodríguez. Con una mirada al cielo, como hacemos todos los cofrades cada Domingo de Ramos. Así despertarán los hermanos de la Esperanza la mañana que han esperado desde que se anunciara este día en aquella magnífica puesta de largo del programa del LXXV aniversario de su hermandad, que tuvo lugar en el Palacio de Orive aquél lejano 28 de Noviembre. Una celebración que ha sido superada con nota muy alta y que ha estado cuajada de una gran diversidad de eventos que han preñado el calendario cofrade de la ciudad de San Rafael con actos de gran calibre, como aquél inolvidable Vía Crucis extraordinario que se celebrara el pasado Miércoles de Ceniza con la sagrada imagen de Nuestro Padre Jesús de las Penas brillantemente acompañado por la Banda de Música María Santísima de la Esperanza, la solemne Misa Pontifical del pasado 1 de febrero, celebrada en conmemoración de la confirmación eclesiástica de la hermandad el 20 de enero de 1940 o el magnífico pregón desarrollado el pasado 14 de diciembre por Miguel Ángel de Abajo en el Palacio de la Merced, tras el cual se presentó el hermosísimo cartel realizado para la ocasión por el imaginero cordobés Antonio Bernal y con noticias que ilusionan a toda la Córdoba cofrade como el proyecto de materialización del que será palio para la Virgen de la Esperanza o una nueva túnica para su Hijo.

Sea como fuere, esta será una jornada grande para el sentimiento y el recuerdo. Para alimentar de vivencias irrepetibles el arcón de la memoria cofrade de todo un pueblo y para rememorar a quienes ya no están entre nosotros pero que con total seguridad estarán presentes desde un palco preferente situado allá arriba. Muchos serán los que dejen volar su pensamiento hasta el balcón del humilde taller de la calle Hermanos López Diéguez, desde donde aquél de cuya gubia nació la belleza morena de la Reina de la Esperanza, tantas veces rezara bajito a su niña como sólo los elegidos pueden hacerlo, bañándose en sus pupilas.

Algunos echarán en falta rincones que tradicionalmente inunda esta populosa cofradía cada Luna de Nisán, que quedarán huérfanos de su esencia esta noche de otoño por el itinerario escogido por mor de buscar el camino de ida y vuelta más corto hasta la Santa Iglesia Catedral. como la catarata de inmensidad en la que se convierte Bailío en primavera o el barrio de Santa Marina, el hogar en el que nació la hermandad de los gitanos, que hoy más que nunca lo es de todos, de gitanos y payos, de ciudadanos de esta Córdoba, cofrade o no, tan necesitada de Esperanza para seguir caminando en este valle de lágrimas en que la necesidad y las vicisitudes convierten su lucha cotidiana.


Cuando las puertas de San Andrés se abran de par, si Pedro (el santo, no el otro) lo permite, el tiempo se detendrá para transformar en un mar de emociones la ciudad entera, que arropará a su Reina y al Hijo del Hombre para llevarlos en volandas al cielo de su espíritu inequívocamente cristiano, ese que algunos pretenden ocultar desde la ignorancia y el maniqueísmo barato y que será puesto de manifiesto una vez más en cada rincón de las calles rebosantes de todo, que el cortejo atraviese entre esa profunda e irrenunciable heterogeneidad de que se compone el alma cofrade de la Córdoba de verdad, la del pueblo, la de los cordobeses, la que algunos jamás comprenderán. 

Este sábado, más que nunca, cuando las notas de la excelente Pasión de Linares honren a Jesús de las Penas mientras Él derrama su gloria a hombros de la Gente de Manué, o la música sublime de la banda que lleva el nombre de su Madre, eleve al Cielo su oración de fusas y corcheas su Tras su verde manto, Córdoba será de Ellos, entregada como siempre a la esencia mística de una de las hermandades fundamentales de nuestro Universo cofrade. Este sábado, Córdoba será más que nunca, la Ciudad de la Esperanza.














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