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domingo, 22 de noviembre de 2015

La Feria de los Discretos: ¡Ciudad oriental, ciudad romántica!


El sol luce en todo lo alto. El astro rey en otoño ilumina de un modo tenue. No es el sol inmisericorde de los meses de estío. Sus rayos dan un calor que a primera hora se agradece, a mediodía no es clemente y al caer la tarde apetece. El pueblo, la vieja Córdoba, muestra su belleza. A pesar de los años no ha perdido su halo de ciudad oriental y romántica, como cierto escritor la calificó en una novela, que por cierto me resulta conocida. Desde lo alto de la calle de la Feria, en días como el de hoy, cuando escribo estas líneas, se divisa la campiña, que comienza a perder sus tonos dorados. El verdor del cereal, recién brotado, va ganando su particular batalla al ocre terroso de la tierra. Los tonos que se divisan en la lejanía son varios, distintos y diversos dignos de las paletas de los maestros de la pintura del llamado siglo de Oro español.

También lo es la calle de la Feria en toda su extensión. En las copas de los naranjos comienza la fruta a tornarse aurea, mientras la melodía de los caños de su fuente conforma una sinfonía acuática, que matiza aún más la fresca mañana de noviembre. La calle de la Feria, hoy San Fernando, en honor al rey castellano que devolvió la ciudad al mundo cristiano, es una arteria de la ciudad. Una calle que no pierde, como la ciudad en sí, su halo romántico. El Portillo, hoy ruinoso y medio derruido, separaba la Medina de la Axerquía. Por el subo pisando su clásico empedrado. Me pierdo adrede en un laberinto de calles y como por arte de magia, aparezco frente a la Puerta de Santa Catalina de la Catedral, antigua mezquita, primitiva basílica de San Vicente. 

De forma inconsciente, mis pasos me dirigen hacia las celosías de la discordia. Dos canónigos con paso acelerado se cruzan en mi camino. Sus rostros denotan preocupación en este tiempo en que lo anti clerical está bien visto. Los ataques a la iglesia católica, están de moda y encima muchos mediocres hacen que sea hasta políticamente correcto. Estamos viviendo un tiempo convulso. La pérdida de valores de la sociedad occidental, ha hecho que Dios sea expulsado del modo de vida de una sociedad enferma, que de no poner pronto remedio perderá su grandeza greco-latina y judeo-cristiana, en pos de no se sabe bien qué.

Miró la pesada madera que enlaza, en perfectas líneas geométricas, un laberinto que obstruye un vano abierto en el pasado y hoy cerrado. Ahora se trata de volver a abrir. De devolver a su primigenia utilidad aquel pórtico hoy obstruido como la mayoría de las mentes contrarias a su reapertura. Mentes y pensamientos que abanderan un laicismo radical contra la iglesia católica, a la que pretenden usurpar los derechos sobre un recinto legado por un rey castellano que devolvió la ciudad a la cristiandad. Mentes retorcidas y perversas que no dudan en jugar sucio, encomendando a organismos pseudoficiales, sin carácter vinculante, informes contrarios a la razón, cuando en otras ocasiones su sinrazón hizo caso omiso de otros similares opuestos a su intereses. Mentes obscuras que no han dudado en utilizar a las propias cofradías cordobesas como estilete contra la autentica institución a la que pertenecen: la Iglesia. La respuesta de estas ha sido ejemplar y la historia dirá si su postura será útil o solo un brindis al sol.

Mientras contemplo la celosía, pienso que hubiera ocurrido si el rey castellano no hubiera cedido la monumental mezquita Alhama a la Iglesia. Seguramente sus piedras, los fustes y los capiteles de sus columnas hubieran servido para enriquecimiento de los palacios de los nuevos pobladores de la ciudad reconquistada. La mezquita hubiera sido convertida en cantera de piedra y material de construcción, quedando solo la ruina y la nada. La Iglesia fue la salvadora y mantenedora de algo único en el mundo. ¡Pensar que entonces no existía el Icomos! Córdoba, ¡ciudad oriental, ciudad romántica!


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