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domingo, 24 de enero de 2016

El Viejo Costal: Daños colaterales…


Hermano, tengo seguridad que la vida te ha golpeado fuerte, además muchas veces, tú y yo lo sabemos y eso nos basta. Tengo la seguridad que has sobrepasado el límite del dolor, ese punto donde te hagan lo que te hagan, ya no se siente más dolor, estando al límite.

Tengo la seguridad que la noche pasada quedó rota y un buen trozo de tu corazón y el de tu hijo, quedo tirado sobre las piedras de ese rectángulo de cal y cielo, y mezclado con la sangre de tantos y tantos hermanos.

Décadas de abnegado servicio, y es así como te dan su homenaje, te ponen de patitas en la calle, discretamente delante de la cuadrilla y de tu hijo, a ti que eres el único costalero de Córdoba que todo el mundo conoce, impensable tanta bajeza.

Bueno así se va fraguando el camino rojo de sangre que si lo sigues termina en la misma puerta, no se si del cielo  del infierno, depende del lado que se mire, ya que “el poder sin compasión es la peor clase de mal que hay” (E. J. Patten).

Has servido a tu hermandad, a tus titulares y a más de treinta capataces distintos, te has dejado una buena parte de tu vida, esperando salir este año, de la forma que yo bien conozco, junto a tu hijo, yo lo pude hacer al lado del mío, menudo privilegio, que solo alcanzan los que de verdad saben esperar pacientemente el paso de los años.

Y alguien llega y determina que no mereces ese honor, que no se cuenta contigo, menudo mazazo en el sitio donde duele, en el amor a tus titulares, en el respeto transmitido para con ellos a tu hijo, en tu creencias.

Cada vez que yo te he visto llegar, ya estabas antes que yo, y también después, muchos más años, siempre llegaste con el brillo en los ojos, ese brillo que tienen los que llegan el primer día.

Pero maldita noche, más aún al ir a salir por primera vez junto a tu hijo, que quería tomar la alternativa al lado de su padre, que mejor compañero, al lado uno del otro.

Maldita puerta, que a uno se le cierra en la cara, y a otros les cierra el paso, malditos mediocres.

Maldito reguero de sangre, maldita noche manchada de rojo, esto ha llevado a otros a no salir de costaleros, y tú con tu alma abierta vas y te entregas, solo quieres servir, sin importarle quien esté al mando, y te lo pagan con daño.

Dos o tres corazones rotos, otro hombre escribía en este mismo espacio, creo hace cinco días,  su necesidad de abandonar este barco, otro corazón destrozado, uno más, que poco importa, el montón pude llegar hasta el mismo cielo, y la sangre al mismo infierno.

Mediocridad y tiranía de quien puede, ejercitada de forma gratuita, reafirmada por los que le rodean, sangre difícil de quitar, sangre que perdura en el recuerdo, serás conocido por los que vengan por tu mediocridad por tu miedo a que alguien te haga sombra, por no saber ceder un poco, por ejercitar una fuerza desmedida, pisando con fuerza a todo discordante indefenso.

No podrás lavar tus manos llenas de corazones rotos en años, siempre de amigos y hermanos.

Quien sabe si hay alcohol suficiente en la tierra para callar una conciencia. La sangre derramada es la prueba de tu presencia en esta limpia casa, que solo se ha manchado en otra ocasión por un similar tirano.

La noche rota, la luna blanca, el infierno pavimentado de tus buenas intenciones, el llamador en tus manos, y cayendo al suelo por tu codo la sangre de cualquier hermano.


Antonio Alcántara










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