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miércoles, 24 de febrero de 2016

De trama simple: Volver...


Allí se presentó, iba a ver una igualá, entre cervezas y ambiente  de ese que tanto nos gusta, ese de la buena gente,  ese que te llena el alma y te hace más creyente.

Entre amigos y risa, en la fría y humilde noche, cual muletilla que espera, al ruedo de un salto llegó. Movido por el impulso, envuelto en el miedo y la duda, sin saber bien la postura pues aunque de esto él entiende, como un peón penitente se encuentra en disposición. El capataz palpa el cuello y escalofríos le entran y sin pensarlo se encuentra en lo que es su gran pasión. Con más nervios que un chiquillo, como si el tiempo no anduviese,  recuerda él a su virgen, a la que reza siempre y lleva en el corazón, y aunque su advocación no es la misma, pues el destino lo aleja de la que su casa es,  ¿Qué importa el nombre María si lo hace con fervor? y si todos son tus hijos  y te rezan por igual ¿Qué más da donde lo hagan si lo hacen de verdad?.

Bajo sus pies inició el camino, en los duros comienzos de entonces, bajo María se hizo hombre, él que ya se ve mayor.  Hoy su camino retoma con renovada ilusión, y aunque le pesen los años, le puede la devoción.

En la noche del ensayo la faja y el costal se ajusta y bajo el paso se adentra con gran predisposición. La madera roza su cuello, la postura la correcta, le palpita el corazón, el compañero le apremia, ve tranquilo aquí estoy yo, y de repente recuerda ¡Qué bonita profesión la de ser costalero de la Madre del Señor! Sentimiento que engrandecen costaleros de verdad, de devoción o de oficio, no entramos en nada más. De los que rezan andando y hacia el cielo ellos van, cuando el capataz les dice "vamos todos por igual" y que bonito sonido ese del rachear y sentir que se es uno, entre treinta hermanos más.

Manuel Orozco









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