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miércoles, 3 de febrero de 2016

El cáliz de Claudio: Aprendiendo a hablar


Un curso de dicción, un logopeda a precio de 3x2 en el antiguo Pryca, no le viene mal a todo cordobés que se precie de serlo y sesee a diestro, siniestro y por el centro. La cuestión no pasaría de lo anecdótico en un bar de barrio cualquier mediodía de medios y dómino (por obra y gracia de Córdoba la palabra se hace esdrújula). Cuando la paradoja se convierte en chanza es cuando un representante público abusa de su acento y, para colmo, se expresa como un micrófono apagado.

Hay un teniente de alcalde que podría amoldarse a este perfil poco fluido en la dialéctica y con más desparpajo para enfrentarse a la Iglesia con rabietas propias del recreo de cualquier colegio de pago. Mi papá es más alto y el mío tiene un Mercedes y el mío dos apartamentos en Fuengirola y otro en Vejer...

Escuchar cada declaración, cada rueda de prensa es una antesala del medio, del seis doble, del Caimán, de la peña, de las fallas y del azahar. No le gustan las segundas puertas, quizá, porque le recuerden a la puerta falsa por la que accedieron al poder en un pacto contranatura. No le gusta la propiedad privada y puede que haga una escritura cooperativa con el edificio de Capitulares y puedan hacérselas de ocupas asociaciones con ánimo de ayudar a los demás aunque pertenezcan al seno de #todoloquehueleaincienso.

En verdad, cuando pasado el mediodía pongo la desconexión local de la radio espero oír su voz. Ya la necesito, la ansío y la anhelo. Es un deseo de escuchar la voz cavernas del antiguo Betis con tantas eses que me recuerda al latín vulgar, tan del pueblo como un viento tibio que inunda a la antigua Colonia Patricia de historia viva.

Es la Córdoba del futuro que mira a su pasado en las formas. De tal manera que, muy pronto, volveremos a escuchar a agrupaciones tras los palios y malos explotadores serán desterrados hijos de Eva. Amoldémonos al nuevo perfil que prima a la orilla del antiguo Betis, la de los museos cerrados, la del IBI, el impuesto de basuras y algunas líneas de bus que tardan media hora en pasar. La que su principal problema no es el alto índice de paro y sí que se abra una puerta.

Blas J. Muñoz 





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