Redacción. Nos alcanza el primer sábado de Cuaresma con la mirada puesta en la Catedral y en la celebración del primer gran acto de los que aguardan por celebrarse en el primer templo de la diócesis. Venimos de un año especialmente tenso, toda vez que feliz. La negativa continua a la apertura de la segunda puerta ha tenido como gozosa respuesta que la totalidad de las hermandades acudan a Santa María de la Asunción la próxima Semana Santa. No es un diario apresurado ni una sucesión coyuntural de acontecimientos, pues más de una veintena de las treinta y siete que procesionan ya se adentraban por las arquerías de la antigua Basílica de San Vicente.
Con el Año de la Misericordia en plena celebración jubilar, quién mejor que el Crucificado que lleva su nombre en San Pedro para atravesar la Puerta Santa y marcar el inicio de una de las Cuaresmas que hace mejor honor a su vigilia por parte de los cofrades cordobeses.
La mañana amanece con la oscuridad climatológica que invita al recogimiento. Y, sin embargo, no hay solución de continuidad para las cofradías que ya anuncian por redes sociales su mmasiva poarticipación en el piadoso acto de culto. Los últimos meses, todo sea dicho, han servido para unir a los cofrades cordobeses en torno a una causa, a un deseo de ser respetados sin cortapisas, y ello se hace patente en la respuesta de las diferentes corporaciones a los actos de culto conjuntos.
A primera hora de la tarde, una lluvia fina comienza a calar la expectativa de ver al Crucificado del Miércoles Santo adentrarse por el Patio de los Naranjos. Poco importa, las hermandades han hecho acto de presencia dispuestas a rendirle honores en el templo que bautizara a Juan de Mesa. Sin embaro, el cortejo se forma y se abren las puertas de San Pedro. El cortejo comienza a definirse y caminar con cirios en una estampa que muestra una determinación sin paliativos.
Recordatorio Salidas procesionales desde la Catedral