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sábado, 5 de marzo de 2016

Donde nace el Azahar: Primavera en la mirada


Blas J. Muñoz. Aquella tarde cayó en la cuenta de había perdido la suma de los años que llevaba esperando un Lunes Santo como el que se prometía en la mirada de quienes habían apostado por él. Una cuenta de madrugadas complejas que se reunían en la Catedral para verla entrar, envuelta entre las sombras de la noche.

La candelería se enfrentaba a la oscuridad y le encendía el rostro para que se apreciase la primavera que anunciaba en su mirada. La misma que la de aquellos niños que siempre llevaron en el corazón la herida de no volverla a ver transitar por el interior de los muros del recinto sagrado.

Ante Ella todos somos niños -pensó-. Todos nos empequeñecemos mientras pedimos o agradecemos, reíamos o nos encomendamos y, con un gesto innato, comenzó a rezar para sí, para Ella.

No había nada encima de la mesa. Ni una fotografía, papel o revista y, sin embargo, más allá de sus pupilas, la imagen de Santa María de la Merced estaba clavada en lo más hondo de sus recuerdos. Los aromas de Lunes Santo, el frío de la recogía, el temblor de saber que ya era Martes y tenía que prepararse para lo que le aguardaba. Todos somos de una y mil hermandades, siempre que nos admiramos de la Fe engrandecida por la belleza que es ofrenda divina. Todos podemos mirarnos en el rostro primaveral, infinito, de Santa María de la Merced. 

Foto: Álvaro Córdoba







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